jueves, 14 de agosto de 2025

Cantiga LXVIII - La esposa y la amante

La verdad es que la Virgen de las Cantigas valía para un roto y un descosido: le devuelve la vista a un ciego, salva de las llamas a una mujer acusada falsamente de infidelidad, resucita a un niño, encuentra a una vaca perdida... Hacía de todo, cual bibliotecaria de Peppa Pig...


Hoy, en la Cantiga LXVIII, se verá envuelta en un asunto de infidelidad conyugal, pero no porque ella sea parte del triángulo amoroso, no, para nada, solamente va a mediar para que las cosas no terminen como el Rosario de la Aurora, que a ella le gustan los Rosarios tranquilos...


Érase una vez una mujer que descubrió que el capullo de su marido le estaba poniendo los cuernos con una muchacha más joven que ella. Intentó calmar la angustia y el cabreo hilando, pero, no había manera, su odio por la otra no hacía más que aumentar...


Aquí tenéis a este miserable par de frescos enfrascados en las cochinadas previas a hacer el acto, tocamiento de teta incluido, presentando una estampa muy poco decorosa para un libro dedicado a la Virgen María...


La despechada mujer se fue a la iglesia a rogarle a la Virgen que le causara todo el mal posible a la amante de su marido, cayendo en un profundo sueño mientras rezaba, puesto que había pasado varias noches sin dormir pensado en cómo librarse de su rival...


La Virgen se le presentó en sueños y le dijo que lo sentía mucho, pero que no podía ayudarle, puesto que la otra sería una pelitorda, pero era una devota tan ferviente que no dejaba de rezarle ni un solo día. La pobre mujer asumió que, ante los cuernos de su marido, ajo y agua...


La resignada cornuda se encontró con la concubina nada más salir de la iglesia y, temerosa de que la Virgen tomara represalias contra ella por haberle deseado tanto mal a una mujer tan piadosa, se postró ante ella para pedirle perdón...


Y así fue cómo el marido infiel se fue de rositas gracias a la intervención de la Virgen, a la que parece que le importa más que le reces a que seas una pelandrusca robamaridos, por lo menos en el siglo XIII...


Miguel Ángel Martín Mas

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