Una costumbre muy extendida entre las monarquías medievales fue la de proclamar monarca al heredero en vida de su antecesor. Se intentaba así evitar disputas sucesorias una vez que le llegara la muerte al rey padre. De este modo lo hizo el rey Alfonso VII de León, que otorgó en vida la dignidad de reyes a sus hijos Sancho y Fernando. Buscaba, por esta vía, resolver cualquier cuestionamiento futuro al respecto de su polémica decisión de convertir sus dominios en dos reinos, el de León y el de Castilla. Además, desde el momento de su proclamación como reyes sus hijos se convertían en monarcas vasallos, con lo que Alfonso VII consolidaba así su posición como emperador.
Alfonso VII de León con su esposa Berenguela de Barcelona y sus hijos Fernando y Sancho hacia 1140. Ilustración de José Luis García Morán para la exposición permanente ALBA MEDIEVAL. UNA HISTORIA DE LEONES Y CASTILLOS (Alba de Tormes).
Ya hemos comentado en las dos entradas anteriores dedicadas a la casa de la moneda salamanquesa que el reducido espacio que ofrecía la superficie de las monedas era aprovechado para plasmar mensajes de promoción de la monarquía, a poder ser, incorporando, además, algún elemento religioso que consagrara aun más la figura real. Por ejemplo, cuando Alfonso VII incorporó el símbolo del león a su emblemática, estaba adoptando un emblema parlante que hacía referencia al nombre de su reino, pero, al mismo tiempo, el Emperador buscaba una legitimación divina de su mandato, haciendo uso para ello de un icono que aparece en el libro sagrado del cristianismo, ya que, en efecto, según la Biblia, Cristo es el león de Judá. Así las cosas, sabemos que Alfonso VII decidió incorporar el emblema del félido en sus monedas desde, al menos, el año 1147.
Ahora bien, en sus últimos años de vida, entre 1155 y 1157, cuando el monarca ya ha tomado la decisión de entregar un reino a cada uno de sus dos hijos, el mensaje que se desea lanzar debe ser modificado, puesto que ahora precisa legitimar a sus dos herederos en una posición de igualdad. Es por esta razón por la que se comenzará a acuñar dos leones en el anverso de sus monedas, normalmente afrontados a un árbol crucífero, es decir, rematado en una cruz griega, aunque en alguna ocasión veremos dos cuerpos de león que se funden en una sola cabeza.
Dinero. Meaja. Entre 1155 y 1157. Momeca 16.1.
Momeca 16.1. Recreación de don José Moreiro Píriz.
Reflejará así, según Antonio Roma Valdés, la dualidad de su imperio leonés dividido entre sus dos hijos, añadiendo un trasfondo religioso a la polémica sucesión que preparaba, tratando de dejar claro que, desde ese momento, los leones legítimos eran dos. En cuanto al árbol que sirve de eje central en muchas de estas monedas, se trata, de nuevo, de un elemento con una importante carga religiosa. En el cristianismo dicho árbol es fruto de la confluencia de las referencias bíblicas al Árbol de la Vida, el Árbol de Jesé, es decir, la genealogía de Cristo, y al árbol que fue el instrumento de la crucifixión. Estos tres conceptos se fusionan en el árbol crucífero, que se remata en su parte superior con el signo de Cristo y su resurrección.
Dinero. Meaja. Entre 1155 y 1157. Momeca 16.2.
Dinero. Meaja. Entre 1155 y 1157. Momeca 16.3.
Dinero. Meaja. Entre 1155 y 1157. Momeca 16.4.
La representación de una pareja de leones afrontados a un árbol que hace de eje de simetría fue muy común durante el Románico, una imagen que parece que tuvo su origen en tejidos suntuarios y que aparece en no pocos capiteles de edificios construídos durante dicho estilo artístico. De todas formas, lo realmente significativo para nosotros es que Alfonso VII lo incorporó a su incipiente emblemática regia como significante con el que transmitir un significado: la legitimidad para reinar de sus dos herederos. Es más, en la iconografía leonesa este emblema quedará asentado y no sólo aparecerá en las monedas, sino también en otros lugares tales como el sepulcro atribuido a Urraca de Portugal, madre de Alfonso IX y primera esposa de Fernando II de León, localizado en la iglesia zamorana de la Magdalena. Debemos pensar que, por aquel entonces, Castilla, como reino recién nacido que era, carecía de emblema heráldico propio, por lo que probablemente en la mente de Alfonso VII su imperio leonés se estaba dividendo entre dos cachorros de león. Llegados a este punto, quizá no sea una locura pensar que esos dos félidos afrontados al árbol crucífero son la primera representación conjunta de los reinos de León y de Castilla, un representación precursora del escudo cuartelado de castillos y leones, nacido en 1230, cuando Fernando III fue proclamado rey de León, habiéndolo sido también de Castilla desde 1217.
Capitel en la Catedral Vieja de Salamanca.
Detalle del sepulcro atribuido a Urraca de Portugal.
Pero el caso es que aquellos dos leones cobijados bajo la sombra del mismo árbol no tardaron mucho en estar abiertamente enfrentados. Apenas faltó el padre, los hermanos Sancho III de Castilla y Fernando II de León comenzaron a estar a la greña. Las desavenencias se perpetuaron durante el reinado de Fernando II en León y de su sobrino Alfonso VIII en Castilla y, fallecido el primero en 1188, según nos cuenta el cronista Lucas de Tuy, Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León, primos carnales, se enfrentaron como dos “ferocísimos leones”, lo cual nos evoca irremediablemente a los félidos de las monedas.
Aquel crudo enfrentamiento tuvo su fin, al menos temporalmente, cuando en 1197 Alfonso IX contrajo matrimonio con la infanta Berenguela de Castilla. Con este enlace se buscaba un heredero común que trajera la paz a los dos reinos. Pues bien, precisamente por la época en la que se contrae dicho matrimonio y comienza a nacer descendencia común, en torno al año 1200, Alfonso IX volverá a emitir una moneda con la iconografía de los dos félidos y el árbol. No le faltaban motivos, la sangre de los dos leones descendientes de Alfonso VII volvía a unirse, la paz había llegado y los reyes de León y Castilla se cobijaban de nuevo bajo el árbol común de la cristiandad; no en vano, los cronistas de la época hacen hincapié en el disgusto que dicho el matrimonio entre los andalusíes, conscientes de que la paz entre los primos suponía que ambos dirigirían su ardor guerrero hacia el sur.
Alfonso IX. Dinero. Hacia 1200.
Momeca 24.
Momeca 24. Recreación de don José
Moreiro Píriz.
Pero, para la historia de Salamanca, esas monedas de leones afrontados seguirían siendo importantes años después. Tras Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León reinaría en ambos reinos Fernando III y, después de él, vendría su hijo Alfonso X el Sabio. Al final de su reinado este último monarca tuvo que hacer frente a las desavenencias con su hijo Sancho, que terminó por arrebatarle el poder en un histórico juicio-asamblea celebrado en Valladolid en abril de 1282. Una de las medidas más llamativas de esa reunión tenía un trasfondo nostálgico-romántico: regresar al sistema monetario del bisabuelo Alfonso IX y del abuelo Fernando III, ordenando la emisión de monedas diferente para los reinos de León y de Castilla, recuperando, entre otras, los salamanqueses. Aquella medida no es que tuviera mucho éxito, la verdad, ya que la nostalgia no suele ser más importante que el dinero y los financieros burgaleses se opusieron a ella. Sin embargo, años después, concretamente en 1288, el ya rey Sancho IV reconocería la validez para el curso legal de la única moneda que llegó a emitirse en ejecución de aquella orden: la meaja salamanquesa, una moneda que, al ser fruto de la nostalgia, recuperaba en su anverso la iconografía de las monedas del último periodo de Alfonso VII, los leones afrontados al árbol crucífero en el anverso. En su reverso la meaja salamanquesa lucía una cruz con la leyenda: MONETA LEGIONIS, es decir, moneda de los leoneses. Esta pequeña moneda, del tamaño de un céntimo de euro, pero de canto más delgado, es de gran importancia para Salamanca, ya que puede que sea la única moneda de la historia que llevó en su denominación el nombre de nuestra ciudad.
Infante Sancho. Salamanca. Meaja
Salamanquesa. 1283. Momeca 40
Momeca 40. Meaja
salamanquesa. Recreación de don José Moreiro Píriz.
Queremos terminar agradeciendo a don José Moreiro Píriz la recreación e interpretación de las monedas que mostramos en esta entrada. A él, heraldista entusiasta, le dedicamos esta entrada y la que viene, porque resulta que esos dos leones afrontados nos resultan bastante familiares de verlos por ahí. ¿No os pasa lo mismo a vosotros?
Charo García de Arriba
FUENTES
Las mencionadas en las entradas
anteriores sobre la casa de la moneda salamanquesa y, además:
- Cafferata,
M.S. (2022). El árbol de la vida. Reflexiones sobre algunas obras de arte
cristianas. Actas de las XVII Jornadas de Filosofía Medieval. Centro de
Estudios Eugenio Pucciarelli. Academia Nacional de Ciencia de Buenos
Aires.Sección Filosofía Medieval. Disponible en:
https://www.academia.edu/103510841/EL_%C3%81RBOL_DE_LA_VIDA_Reflexiones_sobre_algunas_obras_de_arte_cristianas el 23/03/2025.
- García García, F.A. (2009). El león. Revista Digital de Iconografía
Medieval. Vol. I. Nº 2. Madrid. Universidad Complutense de Madrid. Págs. 33-46.
- González Jiménez, M. (2004). Alfonso X el Sabio (2ª edición 2021). Sevilla. Editorial Universidad de Sevilla.
- Ibáñez Artica, M. (2016). Origen
del “árbol crucífero” en las primeras emisiones monetarias de los reinos de
Aragón y Pamplona. Nvmisma. Revista de estudios numismáticos.Año LXVI. Núm.
260. Enero - Diciembre. Págs. 91-104.
- Mamzarbeitia Valle, S. (2009). El
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Universidad Complutense de Madrid. Págs. 1-8.
- Mateu Llopis, F. (1969). El
"arbor ad modum floris" en dineros de Cataluña, Navarra, Aragón y
Valencia, siglos X a XIII. Pamplona. Príncipe de Viana. Año nº 30. Nº 116-117.
Págs. 245-254.
- Rubert, F. (2020). La Cruz de
Sancho Abarca y el árbol cruciforme de las monedas navarro-aragonesas. Logroño.
Berceo. Nº 178. Págs. 161-182.
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