sábado, 1 de febrero de 2025

Salamanca en el siglo X

Desde el 711, año de la invasión musulmana de la península ibérica, hasta mediados del siglo X, las escasas gentes que habitaban el territorio que hoy conforma la provincia de Salamanca vivieron ajenas a la autoridad tanto de los reyes de León como de los emires de Córdoba. Esta situación iba a cambiar en el verano del año 939, cuando el califa omeya Abderramán III reunió un numeroso ejército para acabar de una vez por todas con el molesto reino de León. Dejando atrás Toledo, el heterogéneo contingente musulmán cruzó el puerto de Guadarrama para dirigirse después hacia el sur del río Duero. Ramiro II de León, puntualmente informado del avance de sus enemigos, se apresuró a reunir a sus tropas, que se completaron con una mesnada enviada por el rey de Pamplona, García Sánchez I, y con huestes de los condes castellanos Fernán González y Ansur Fernández.


Ramiro II de León reinó entre los años 931 y 951 y entre sus muchos méritos estuvo la victoria sobre el califa de Córdoba, Abderramán III, en el año 939 en Simancas. 

La inevitable batalla, librada a las afueras de la población de Simancas, comenzó el 6 de agosto y concluyó cuatro días después con una aplastante victoria de los cristianos. Fue así como la línea de repoblación del reino de León avanzó hasta el río Tormes, rebasando el límite del río Duero e integrando las localidades algunas recuperadas y otras de nueva creación de Salamanca, Ledesma, Ribas, Baños, Alhándiga, Peña y otras fortalezas que la Crónica de Sampiro, el obispo de Astorga, no detalla. Con la integración de estas escasamente pobladas localidades seguramente llegó una primera oleada de repoblación, ya que el rey Ordoño III, en el año 953, incluye entre las propiedades que cede al obispo de León “todas las iglesias que edificaron en el territorio de Salamanca los repobladores enviados por mi padre”.


Grabado del siglo XIX representando la batalla de Simancas.


Cruz votiva que el rey Ramiro II regaló a Genadio, abad del monasterio de Santiago de Peñalba, en conmemoración de la victoria de Simancas y como agradecimiento por la ayuda ofrecida por Santiago Apóstol.

La vida en estas poblaciones salmantinas no debía de ser nada fácil, ya que estaban muy alejadas de los centros de poder y enclavadas en la frontera entre dos mundos en guerra, expuestas a ataques y saqueos. No obstante, parece que fueron creciendo y adquiriendo importancia militar, ya que las fuentes musulmanas nos hablan de que en el año 942 el conde de Salamanca Bernardo Nuñez fue vencido junto a los trescientos caballeros que le acompañaban. También hay noticias de que en el año 960 Salamanca contaba con obispo y de que en el año 971 Fernando Flaín, hijo del conde de Salamanca, envió embajadores a la corte cordobesa.

Sin duda, la ciudad de Salamanca y las poblaciones cercanas levantadas en la ribera del Tormes fueron adquiriendo cierto nivel de población y riqueza, ya que, de otro modo, el caudillo Almanzor no se hubiera molestado en atacarlas con tanta furia entre los años 977 y 986. En la primera de dichas fechas saqueó Baños y Salamanca y en los dos años siguientes se cebó con Ledesma. En años posteriores Salamanca y la comarca de La Armuña fueron sus víctimas predilectas, hasta culminar en lo que las fuentes musulmanes denominan “Campaña de las Ciudades”, durante la cual los musulmanes tomaron Alba de Tormes y Salamanca y pusieron sitio a Zamora y León.


Las tropas de Almanzor entran en combate con una hueste cristiana en la Cantiga de Santa María número LXIII. 


Estatua que el ayuntamiento de Algeciras le dedicó en el año 2002 a Almanzor en conmemoración de los mil años de su fallecimiento. Sin duda, se la hicieron por eso de que tanta paz lleves como descanso dejas.

No vuelve a haber noticias de estas tierras hasta el año 1102, cuando el conde Raimundo de Borgoña, yerno del rey Alfonso VI, restauró la sede episcopal de Salamanca, a la que el rey Alfonso VII se refiere como “destruida durante largo tiempo por la crueldad de los paganos y sin poblador que la habitara” cuando confirma dicha restauración en el año 1107. Seguramente, la despoblación no fue tan total como afirma el monarca; es cierto que los musulmanes no se establecieron en la línea del Tormes, parece ser que solamente les interesaba causar el mayor daño posible en tierras cristianas y volverse a sus cálidas tierras cargados con un sustancioso botín, pero los cristianos tornarían a sus hogares más pronto o más tarde, sobre todo tras la muerte por enfermedad de Almanzor, seudónimo que significa “el Victorioso”, acabándose así, por fin, la pesadilla. 


La península ibérica a finales del siglo X.

FUENTE: "El marco histórico de los constructores del románico: Salamanca desde el reinado de Alfonso VI al de Alfonso IX" de José Luis Martín Martín. 

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