Puede que ya conozcáis estas cuatro Albas de Tormes: la nobiliaria de los Álvarez de Toledo, la que sufrió grandes estragos durante la guerra de la Independencia, la conventual de Teresa de Jesús y la villa alfarera. Si no es así, tranquilos, en el Torreón de los duques tenéis sobrada información sobre las dos primeras y, calle abajo, en el centro de la localidad, lo podréis saber todo sobre la santa abulense que falleció en dicha localidad en 1582. Además, existe un Museo de Alfarería, actividad a la que se dedicaron decenas de familias albenses generación tras generación y que se convirtió en una de las señas de identidad de esta población salmantina.
Hoy vamos a contaros otra historia, viajaremos a un pasado muy lejano, al “érase una vez”, nos remontaremos a los orígenes de Alba de Tormes en los siglos XII y XIII. Os mostraremos tesoros, vestigios e historias de sus tiempos como villa realenga y concejil y como encrucijada entre los reinos de León y de Castilla. Acompáñanos a visitar la Alba medieval, escucha los cinceles que golpean la piedra mientras se construye esta historia de leones, castillos, iglesias románicas y capiteles con extraños seres encaramados a ellos. La Alba de la que nacieron todas las demás...
Capitel románico en la iglesia de San Juan de Alba de Tormes. Acuarela de Carmen Borrego.
El rey Alfonso VII de León, Imperator totius Hispaniae, por el ilustrador José Luis García Morán. Este monarca fue el que concedió en 1140 el fuero al concejo de villa y tierra de Alba de Tormes.
El relato expositivo pone el foco en el importante papel que tuvo Alba de Tormes como villa leonesa fronteriza con el reino de Castilla, ya que, no en vano, está rodeada de poblaciones con nombres tales como Aldeaseca de la Frontera, Zorita de la Frontera, Chagarcía Medieanero y Horcajo Medianero. Devastada en el verano de 1197 tras un cruento ataque llevado a cabo por una hueste de guerreros castellanos y aragoneses, alcanzó la paz gracias al matrimonio celebrado ese mismo año entre el rey Alfonso IX de León y la infanta Berenguela de Castilla.
Ataque de tropas aliadas castellanas y aragonesas contra la villa leonesa de Alba de Tormes en agosto de 1197. Ilustración de José Luis García Morán.
Sello concejil de Alba de Tormes. Ilustración de Carmen Borrego, tomando como modelo una pieza original que pende de un documento de 1261 que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de la Villa.
Con la repoblación de la estragada villa y su alfoz a comienzos del siglo XIII comenzó un periodo de estabilidad que culminó con un hecho fundamental para la historia de España: el hijo primogénito de dicha pareja, Fernando III, fue proclamado en 1217 rey de Castilla y en 1230 rey de León, lo que trajo la paz definitiva entre ambos reinos y el empeño común de avanzar en la conquista de Al-Ándalus. Además, se produjo un auge artístico y constructivo en la villa albense que dio frutos tan destacados como el Apostolado, que se puede admirar en la iglesia de San Juan.
Ilustración de José Luis García Morán en la que aparecen Berenguela de León y de Castilla, su hijo el rey Fernando III y su nieto el infante mayor Alfonso.
Cristo del Apostolado de Alba de Tormes. La flor de lis de su cetro nada tiene que ver con Francia, desde luego, se refiere al emblema que, durante la Alta Edad Media, adquirió carácter cristológico a partir de un versículo del Cantar de los Cantares: “Yo soy narciso de Sarón, un lirio de los valles” (Cant. 2,1). Este pasaje, vinculado a otro del libro de Isaías (Is, 11) en el que se dice que del árbol de Jesé nacería un retoño o una flor, que sería Jesucristo, derivó en representaciones en las que Cristo se rodeaba de azucenas o flores de lis.
El hecho de que los reinos de León y de Castilla tuvieran el mismo monarca impulsó, además, el desarrollo económico, tal y como reflejan la regulación de las ferias y la creación de la Mesta por el rey Alfonso X, quien, en su época como infante mayor, fue tenente de Salamanca, Ciudad Rodrigo y Alba de Tormes.
El relato medieval de Alba de Tormes se cierra con el asedio que la villa sufrió en el año 1312 por parte de las tropas del rey Fernando IV de Castilla y de León. Casualmente, exactamente quinientos años después, en 1812, padeció otro cerco, esta vez por parte de las tropas de Napoleón, una historia que se cuenta a través de otra exposición permanente, ésta bajo el epígrafe de El Torreón de las Batallas. La misma se puede visitar en el piso superior de la torre del homenaje del castillo de los duques de Alba.
Customización de figuras Playmobil por Mazas Catapultas Customania Recreaciones (Facebook) y diorama de Alberto Mateos Jurado.
Un árbol genealógico —que parte de Urraca I de León y Raimundo de Borgoña y que llega hasta Alfonso X de Castilla y de León y Violante de Aragón— y una infografía que da cuenta de la evolución de la heráldica real en León y en Castilla ayudan en todo momento al seguimiento de la narración histórica.
Árbol genealógico diseñado por Teresa García con ilustraciones de los reyes y reinas de José Luis Gacía Morán.
Es ésta una exposición que nace a partir de la idea original y los textos de Miguel Ángel Martín Mas y que, sin duda, es hija del empeño investigador que Charo García de Arriba y él mismo han dedicado a la decoración heráldica de la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca.
Por supuesto, nada de esto hubiera sido posible sin el apoyo de la alcaldesa Conchi Miguélez y el de la concejala de Cultura Ana María González. Y, a mayores, sin la coordinación imprescindible de la técnica de Cultura y Turismo Ana Écija León y sin el concienzudo montaje de Óscar Martín Gómez (PUBLICITARTE).
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