Es creencia bien asentada en Salamanca que la construcción de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense de esta ciudad se inició en el año 1175, apenas dos años después de la canonización del mártir inglés, y por iniciativa de dos hermanos de la misma nacionalidad, Ricardo y Randulfo. Sería pues, éste de Salamanca, el primer templo de toda la cristiandad levantado en memoria de Thomas Becket, el arzobispo asesinado al anochecer del 29 de diciembre de 1170 en la catedral de Canterbury. Lo cierto es que nos parece muy extraño e improbable que, precisamente, se construyera aquí la primera iglesia bajo la advocación del santo cantuariense y que, además, se hiciera en una fecha tan temprana, sobre todo teniendo en cuenta la tendencia que tiene toda población a considerarse a sí misma como la primera en cualquier cosa. De este modo, totalmente convencidos de que alguna relación tenía que existir entre las chovas piquirrojas de la techumbre del convento de Santa Clara y dicha iglesia, estando tanto las aves como el templo relacionados con Becket, nos pusimos manos a la obra para arrojar un poco de luz sobre estos dos hermanos a los que Julián Sánchez Ruano les atribuye la construcción de la iglesia en la edición de 1870 de su Fuero de Salamanca, atribución que fue recogida más tarde por el historiador local Manuel Villar y Macías (1828-1891) en su Historia de Salamanca (1).
Esto es lo que se conserva en la iglesia de Santo Tomás Cantuariense de Salamanca de un conjunto iconográfico a través del cual, probablemente, se narraba la vida de Thomas Becket. Estampadas sobre la casulla del arzobispo se ven lo que parecen unas aves de color negro en vuelo.
Ábside de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense. ¿No parece demasiada casualidad que este templo esté situado a tiro de piedra de la iglesia de las Claras, donde aparecen pintadas las chovas piquirrojas de Canterbury? ¿Estuvo la misma persona detrás de la construcción de ambos templos en dos momentos de su vida distantes en el tiempo?
En documentos del archivo catedralicio se nombra a Randulfo en dieciséis ocasiones, mientras que a su hermano Ricardo se le nombra solamente en cuatro, todo ello entre los años 1161 y 1191, deduciéndose a través de una de estas menciones que Ricardo murió en 1180, o incluso antes, ya que su hermano, en un documento datado en ese año, pide que se celebren unas misas por su alma. Creemos que ya desde Villar y Macías se confunde a Ricardo, el hermano de Randulfo, con un tal Willelmus Ricard, archidiácono de la catedral, ya que en años posteriores a la fecha del documento través del cual se deduce que el primero había muerto, distintos autores siguen nombrando al segundo como vivo. La razón por la que los hermanos aparecen en dichos archivos es porque ambos eran maestres en las escuelas catedralicias, siendo además Randulfo capellán perpetuo de la catedral. Los documentos no nos cuentan nada especialmente interesante al respecto de ellos, simplemente se habla de que compran, venden y donan propiedades y de que actúan como testigos en otros asuntos de esa misma índole. El único vínculo que aparece entre los hermanos de nacionalidad desconocida -que bien podrían ser anglonormandos, aquitanos, bretones, borgoñones o gascones- y Thomas Becket aparece en el mencionado documento de 1180, por medio del cual Randulfo dona una casa con huerto a la catedral a cambio de que se celebren unas misas por las almas de sus padres y la de su hermano Ricardo; además, se solicita que se celebren las festividades de “beati Eutropi martyris, et beate Marthe, hospite Christi, et beati Thome Canturiensis”. Resulta curioso que en fecha tan tardía se refieran a Tomás Becket como beato, cuando se le canonizó en el año 1173. Por otro lado, tanto Becket como Eutropia fueron mártires, siéndolo también Marta, si acaso se refería Randulfo a santa Marta mártir, entre las varias Martas canonizadas.
Capitel de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense de Salamanca en el que aparece un jinete normando portando el típico casco Spangenhelm con nasal, la loriga de malla, el escudo de lágrima y, si observamos con detalle, podemos ver también que se representa incluso la silla de montar normanda propia del siglo XII.
Capitel de la Catedral Vieja de Salamanca muy parecido al de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, con dos caballeros en combate singular, aunque en éste parece estar interviniendo un soldado de infantería en favor del caballero que porta el escudo redondo. Fotografía de Jesús Guillén.
Caballero normando con el mismo aspecto que el representado en el capitel de la iglesia de Santo Tomás.
Silla de montar normanda del siglo XII.
Gran Sello Real de 1189 en el que se representa a Ricardo I de Inglaterra, hermano de Leonor Plantagenet y tío de Berenguela de León y de Castilla, con la panoplia propia de un caballero normando.
Catedral de Cuenca, cuya construcción comenzó en el año 1196, en pleno reinado de Alfonso VIII de Castilla y Leonor Plantagenet, los padres de la reina Berenguela. La influencia normanda en la corte del rey Alfonso VIII determinó la construcción de este templo, que fue la primera catedral gótica de Castilla junto con la de Ávila, aunque la fachada que podemos ver actualmente fue reconstruída a comienzos del siglo XX.
No conocemos ningún otro documento o referencia documental que relacione a los dos hermanos con el santo cantuariense y, desde luego, nada que los relacione con la construcción de la iglesia salmantina, así que nos atrevemos a conjeturar que Sánchez Ruano, en su noble intento de reconstruir la historia de nuestra ciudad, al ver ese documento de 1180 en el que uno de los hermanos pedía que se celebrara la festividad de santo Tomás Cantuariense, dedujo que la iniciativa de erigir una iglesia bajo su advocación fue de ellos, actuando luego Villar y Macías como correa de transmisión de dicha creencia, que es la que se cuenta hoy en día al turista que visita nuestra ciudad.
Por otro lado, sabemos que Berenguela es reina consorte de León entre los años 1198 y 1204 y que en un documento del archivo catedralicio, fechado en 1199, ya se le da el título de tenente de Salamanca. Además, la monarca era hija de Leonor Plantagenet, la reina de Castilla entre 1170 y 1214 e introductora del culto a santo Tomás de Canterbury en los reinos cristianos ibéricos. Así las cosas, parece mucho más probable que la verdadera promotora de la iglesia de santo Tomás Cantuariense en Salamanca fuera la reina Berenguela la Grande, sobre todo teniendo en cuenta, además, que especialistas en Historia del Arte afirman que la arquitectura del edificio y uno de los capiteles parecen retrasar su edificación a finales del siglo XII o comienzos del XIII, lo que coincide con los años de tenencia de la monarca leonesa de esta ciudad. Debemos decir también que, en un momento dado, hemos llegado a pensar que Ricardo y Randulfo quizá fueran miembros del séquito de Leonor Plantagenet, venidos al reino de León para exportar el culto al Cantuariense, pero su presencia en Salamanca desde 1161 descarta esa opción, ya que Leonor no llegó a Castilla hasta 1170.
La cubrición del crucero de la iglesia corresponde a lo que se conoce como bóveda aquitana, es decir una bóveda cupuliforme con nervios (en este caso ocho) cuya plementería se dispone en hiladas circulares concéntricas. Recuerda mucho al abovedamiento de las naves laterales de la Colegiata de Toro.
Randulfo murió unos años antes de que la reina Berenguela llegara a Salamanca, concretamente el 10 de marzo de 1194, tal y como reza su epitafio, colocado en la puerta que comunica la Catedral Vieja de Salamanca con su claustro.
Traducción del epitafio de Randufo realizada por el profesor José María Cuadrado en el año 1852: "Sol radiante en un cúmulo de virtudes, flor sin mancha; sólo los pobres padecieron su eclipse en su muerte. Formó bien su mente, fue buen docente, no se quedó en palabras, actuó; fue bueno, mejor aún, fue óptimo y murió también para los pobres viviendo ahora para sí en el cielo."
Quizá Ricardo y Randulfo no fueran los promotores de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, pero, desde luego, el epitafio del capellán tiene igualmente el poder de evocarnos esa Salamanca medieval repoblada con gentes procedentes de diversos lugares y nos recuerda que, paseando por esta ciudad, no podemos permitir que sus maravillas góticas, renacentistas, barrocas y neoclásicas nos impidan ver tesoros más antiguos que también se ubican en ella.
(1) Sánchez Ruano, J. (1870). Fuero de Salamanca. Salamanca. Imprenta de D. Sebastián Cerezo. Pág. 129.
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