domingo, 18 de febrero de 2024

Poblaciones de frontera

A fecha de hoy, siendo los leoneses y los castellanos habitantes de la misma comunidad autónoma y sabiendo, además, que los reinos de León y de Castilla tuvieron desde 1230 un mismo rey, Fernando III, nos puede extrañar que un par de pueblos de la comarca de Peñaranda de Bracamonte, Aldeaseca y Zorita, se apelliden “de la Frontera”. “¿De qué frontera?” me preguntan mis alumnos de las clases de Historia que imparto en el Centro de Educación de Personas Adultas El Inestal; pues precisamente de la que existía entre ambos reinos, que a finales del siglo XII estaban librando una devastadora guerra causada por las disputas territoriales, el control de los castillos fronterizos y, sobre todo, por el odio mutuo entre dos primos hermanos: Alfonso VIII de Castilla (1155-1214) y Alfonso IX de León (1171-1230). El castellano se convirtió en monarca cuando contaba con tan solo tres años, así que llevaba ya tres decenios de reinado cuando su primo se sentó en el trono de León en 1188. Así las cosas, Alfonso VIII confiaba en que su pariente y monarca leonés aceptara de buen grado la primacía castellana, cosa que, por supuesto, no iba a suceder por la vía pacífica.


Estatua ecuestre de Alfonso VIII de Castilla junto a la catedral de Cuenca, ciudad conquistada por él en el año 1177. Casado con Leonor Plantagenet, su primogénita sería Berenguela, que llegaría a ser reina de León y tenente de Salamanca tras su matrimonio con Alfonso IX, el primo de su padre. 

En 1113, la bisabuela de ambos Alfonsos, Urraca I de León, cedió a los frailes guerreros de la Orden Hospitalaria de San Juan la aldea leonesa que hoy conocemos como la localidad de Paradinas de San Juan. De ahí viene una mitad de su nombre, a pesar de que, paradójicamente, su patrón sea san Pedro Apóstol. La otra mitad parece que viene de parietinae, palabra que designaría un lugar abandonado y en ruinas ya que, probablemente, aquello fue un despoblado, un lugar de paredes caídas, desde la invasión musulmana hasta que las tierras salmantinas volvieron a estar controladas por cristianos en el siglo X. Los caballeros sanjuanistas tuvieron en Paradinas una encomienda con castillo y casas para freires y freiras, ostentando el dominio de un amplio territorio que se extendía hasta el meandro que el Duero forma en la localidad vallisoletana de Castronuño.


Santa Ubaldesca Taccini (1136-1206), freira de la Orden de San Juan de Jerusalén. La madre de Alfonso IX de León, Urraca de Portugal, también profesó como freira de la Orden de San Juan. 

Al convertirse Castilla en reino en 1157, Paradinas de San Juan se convirtió en una población de frontera entre los territorios de dos reyes. El 2 de febrero de 1183 Alfonso VIII de Castilla y Fernando II de León (1137-1188) acordaron la paz en esta localidad, que se firmaría ese mismo año en el tratado de Fresno (Fresno el Viejo) y Lavandera (Carpio). Diez años después, el 31 de diciembre de 1193, Alfonso IX de León devolvió la villa a los sanjuanistas, a los que se la había arrebatado tiempo atrás. En aquel tiempo los castillos fronterizos eran como las baterías de misiles en la actualidad, nadie los quería demasiado cercanos a su territorio y en posesión del enemigo. La decisión del monarca leonés fue acertada ya que, estando esa fortaleza en manos de la Orden Hospitalaria, una entidad neutral en el conflicto entre los dos reinos, el rey castellano no se atrevería a atacarla. De hecho, el prior de los Hospitalarios había acordado con Alfonso VIII derribar el castillo, si en algún momento se veía forzado a abandonarlo.


Iglesia de San Juan Bautista en Salamanca, construida por los caballeros de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén.


Caballero de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén (siglo XIII).

En 1197 tropas aliadas castellanas y aragonesas tomaron el castillo de Paradinas sin importarles lo más mínimo lo pactado con los sanjuanistas. Después lanzaron una ofensiva que penetró en tierras leonesas y devastó todo a su paso, saliendo la peor parada la villa de Alba de Tormes, hasta tal punto que Alfonso IX de León tuvo que repoblarla pasado el tiempo después del despiadado ataque. Y en mitad de esta guerra entre poderosos, como siempre, la población civil, en este caso la de las poblaciones fronterizas de nuestra provincia, que por fin encontraron la paz gracias a un buen acuerdo, que fue el matrimonio celebrado en diciembre de 1197 entre Alfonso IX de León y la infanta Berenguela de Castilla, que, tras muchos avatares y no poca destreza política, logró que su hijo primogénito se convirtiera en rey de Castilla en 1217 y de León en 1230, pasando a reinar como Fernando III, de sobrenombre “el Santo”, condición que también alcanzó su primo Luis, titular de una ermita peñarandina; pero la de Luis, hijo de Blanca de Castilla y Luis VIII de Francia, es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.


Pedro II de Aragón (1178-1213), hijo de Sancha de Castilla y de Alfonso II de Aragón y primo de Alfonso VIII de Castilla. Tropas aliadas de castellanos y aragoneses "astragaron" las tierras de Salamanca, ciudad del reino de León, en el año 1197.

Ricardo y Randulfo

Es creencia bien asentada en Salamanca que la construcción de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense de esta ciudad se inició en el año 1175, apenas dos años después de la canonización del mártir inglés, y por iniciativa de dos hermanos de la misma nacionalidad, Ricardo y Randulfo. Sería pues, éste de Salamanca, el primer templo de toda la cristiandad levantado en memoria de Thomas Becket, el arzobispo asesinado al anochecer del 29 de diciembre de 1170 en la catedral de Canterbury. Lo cierto es que nos parece muy extraño e improbable que, precisamente, se construyera aquí la primera iglesia bajo la advocación del santo cantuariense y que, además, se hiciera en una fecha tan temprana, sobre todo teniendo en cuenta la tendencia que tiene toda población a considerarse a sí misma como la primera en cualquier cosa. De este modo, totalmente convencidos de que alguna relación tenía que existir entre las chovas piquirrojas de la techumbre del convento de Santa Clara y dicha iglesia, estando tanto las aves como el templo relacionados con Becket, nos pusimos manos a la obra para arrojar un poco de luz sobre estos dos hermanos a los que Julián Sánchez Ruano les atribuye la construcción de la iglesia en la edición de 1870 de su Fuero de Salamanca, atribución que fue recogida más tarde por el historiador local Manuel Villar y Macías (1828-1891) en su Historia de Salamanca (1).


Esto es lo que se conserva en la iglesia de Santo Tomás Cantuariense de Salamanca de un conjunto iconográfico a través del cual, probablemente, se narraba la vida de Thomas Becket. Estampadas sobre la casulla del arzobispo se ven lo que parecen unas aves de color negro en vuelo.


Ábside de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense. ¿No parece demasiada casualidad que este templo esté situado a tiro de piedra de la iglesia de las Claras, donde aparecen pintadas las chovas piquirrojas de Canterbury? ¿Estuvo la misma persona detrás de la construcción de ambos templos en dos momentos de su vida distantes en el tiempo?

En documentos del archivo catedralicio se nombra a Randulfo en dieciséis ocasiones, mientras que a su hermano Ricardo se le nombra solamente en cuatro, todo ello entre los años 1161 y 1191, deduciéndose a través de una de estas menciones que Ricardo murió en 1180, o incluso antes, ya que su hermano, en un documento datado en ese año, pide que se celebren unas misas por su alma. Creemos que ya desde Villar y Macías se confunde a Ricardo, el hermano de Randulfo, con un tal Willelmus Ricard, archidiácono de la catedral, ya que en años posteriores a la fecha del documento través del cual se deduce que el primero había muerto, distintos autores siguen nombrando al segundo como vivo. La razón por la que los hermanos aparecen en dichos archivos es porque ambos eran maestres en las escuelas catedralicias, siendo además Randulfo capellán perpetuo de la catedral. Los documentos no nos cuentan nada especialmente interesante al respecto de ellos, simplemente se habla de que compran, venden y donan propiedades y de que actúan como testigos en otros asuntos de esa misma índole. El único vínculo que aparece entre los hermanos de nacionalidad desconocida -que bien podrían ser anglonormandos, aquitanos, bretones, borgoñones o gascones- y Thomas Becket aparece en el mencionado documento de 1180, por medio del cual Randulfo dona una casa con huerto a la catedral a cambio de que se celebren unas misas por las almas de sus padres y la de su hermano Ricardo; además, se solicita que se celebren las festividades de “beati Eutropi martyris, et beate Marthe, hospite Christi, et beati Thome Canturiensis”. Resulta curioso que en fecha tan tardía se refieran a Tomás Becket como beato, cuando se le canonizó en el año 1173. Por otro lado, tanto Becket como Eutropia fueron mártires, siéndolo también Marta, si acaso se refería Randulfo a santa Marta mártir, entre las varias Martas canonizadas.


Capitel de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense de Salamanca en el que aparece un jinete normando portando el típico casco Spangenhelm con nasal, la loriga de malla, el escudo de lágrima y, si observamos con detalle, podemos ver también que se representa incluso la silla de montar normanda propia del siglo XII.


Capitel de la Catedral Vieja de Salamanca muy parecido al de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, con dos caballeros en combate singular, aunque en éste parece estar interviniendo un soldado de infantería en favor del caballero que porta el escudo redondo. Fotografía de Jesús Guillén.


Caballero normando con el mismo aspecto que el representado en el capitel de la iglesia de Santo Tomás.


Silla de montar normanda del siglo XII.


Gran Sello Real de 1189 en el que se representa a Ricardo I de Inglaterra, hermano de Leonor Plantagenet y tío de Berenguela de León y de Castilla, con la panoplia propia de un caballero normando.


Catedral de Cuenca, cuya construcción comenzó en el año 1196, en pleno reinado de Alfonso VIII de Castilla y Leonor Plantagenet, los padres de la reina Berenguela. La influencia normanda en la corte del rey Alfonso VIII determinó la construcción de este templo, que fue la primera catedral gótica de Castilla junto con la de Ávila, aunque la fachada que podemos ver actualmente fue reconstruída a comienzos del siglo XX.

No conocemos ningún otro documento o referencia documental que relacione a los dos hermanos con el santo cantuariense y, desde luego, nada que los relacione con la construcción de la iglesia salmantina, así que nos atrevemos a conjeturar que Sánchez Ruano, en su noble intento de reconstruir la historia de nuestra ciudad, al ver ese documento de 1180 en el que uno de los hermanos pedía que se celebrara la festividad de santo Tomás Cantuariense, dedujo que la iniciativa de erigir una iglesia bajo su advocación fue de ellos, actuando luego Villar y Macías como correa de transmisión de dicha creencia, que es la que se cuenta hoy en día al turista que visita nuestra ciudad. 





Ménsulas decoradas con cabezas humanas en la iglesia de Santo Tomás Cantuariense en Salamanca.

Por otro lado, sabemos que Berenguela es reina consorte de León entre los años 1198 y 1204 y que en un documento del archivo catedralicio, fechado en 1199, ya se le da el título de tenente de Salamanca. Además, la monarca era hija de Leonor Plantagenet, la reina de Castilla entre 1170 y 1214 e introductora del culto a santo Tomás de Canterbury en los reinos cristianos ibéricos. Así las cosas, parece mucho más probable que la verdadera promotora de la iglesia de santo Tomás Cantuariense en Salamanca fuera la reina Berenguela la Grande, sobre todo teniendo en cuenta, además, que especialistas en Historia del Arte afirman que la arquitectura del edificio y uno de los capiteles parecen retrasar su edificación a finales del siglo XII o comienzos del XIII, lo que coincide con los años de tenencia de la monarca leonesa de esta ciudad. Debemos decir también que, en un momento dado, hemos llegado a pensar que Ricardo y Randulfo quizá fueran miembros del séquito de Leonor Plantagenet, venidos al reino de León para exportar el culto al Cantuariense, pero su presencia en Salamanca desde 1161 descarta esa opción, ya que Leonor no llegó a Castilla hasta 1170.


La cubrición del crucero de la iglesia corresponde a lo que se conoce como bóveda aquitana, es decir una bóveda cupuliforme con nervios (en este caso ocho) cuya plementería se dispone en hiladas circulares concéntricas. Recuerda mucho al abovedamiento de las naves laterales de la Colegiata de Toro.

Randulfo murió unos años antes de que la reina Berenguela llegara a Salamanca, concretamente el 10 de marzo de 1194, tal y como reza su epitafio, colocado en la puerta que comunica la Catedral Vieja de Salamanca con su claustro.


Traducción del epitafio de Randufo realizada por el profesor José María Cuadrado en el año 1852: "Sol radiante en un cúmulo de virtudes, flor sin mancha; sólo los pobres padecieron su eclipse en su muerte. Formó bien su mente, fue buen docente, no se quedó en palabras, actuó; fue bueno, mejor aún, fue óptimo y murió también para los pobres viviendo ahora para sí en el cielo."

Quizá Ricardo y Randulfo no fueran los promotores de la iglesia de Santo Tomás Cantuariense, pero, desde luego, el epitafio del capellán tiene igualmente el poder de evocarnos esa Salamanca medieval repoblada con gentes procedentes de diversos lugares y nos recuerda que, paseando por esta ciudad, no podemos permitir que sus maravillas góticas, renacentistas, barrocas y neoclásicas nos impidan ver tesoros más antiguos que también se ubican en ella.

(1) Sánchez Ruano, J. (1870). Fuero de Salamanca. Salamanca. Imprenta de D. Sebastián Cerezo. Pág. 129.

Las chovas piquirrojas del convento de Santa Clara

En el Museo de Pintura Medieval de Santa Clara, en Salamanca, se puede observar, a la altura de los ojos, gracias a unas pasarelas instaladas con este propósito, una preciosa techumbre decorada con ciento cincuenta emblemas, de los que sesenta son diferentes. Esta joya del arte medieval permaneció oculta hasta el año 1973 entre la bóveda de la iglesia barroca construida por Joaquín de Churriguera sobre el anterior templo, consagrado a mediados del siglo XIII, y el tejado del convento, así que, por lo tanto, han pasado ya cincuenta años de su descubrimiento. Entre las figuras representadas en el arrocabe de la armadura hay leones, castillos, un par de arpías y otro par de dragones, pero sobre todo destacan unas aves con plumaje negro y pico y patas rojas, córvidos que no se pueden ver en los campos de Salamanca y que tampoco se suelen encontrar representados en ningún otro edificio civil o religioso, habiendo sido el biólogo salmantino Raúl de Tapia Martín (Raúl Alcanduerca) el primero que advirtió de su presencia por medio de una entrada en su muro de Facebook, que comenzaba con la pregunta "¿Un ornitólogo en el siglo XIV?".





Chovas piquirrojas pintadas en el arrocabe de la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara. 

Así las cosas, la pregunta que surge al ver estas aves allí representadas es: ¿qué hacen unas chovas piquirrojas pintadas sobre el arrocabe de una techumbre medieval localizada en Salamanca? Quizá no se trate de una casualidad que estas aves se encuentren a tiro de piedra de la iglesia románica de santo Tomás Cantuariense, santo inglés antes conocido como Thomas Becket, arzobispo de Canterbury, al que en el siglo XIII se le atribuyó un escudo de armas con campo de plata y tres chovas piquirrojas, blasón que se incorporó en el siglo XIV al escudo de la ciudad de Canterbury y que todavía luce actualmente.


Blasón atribuido al arzobispo Thomas Becket: tres chovas piquirrojas sobre campo de plata.


Escudo actual de la ciudad inglesa de Canterbury, con las tres chovas piquirrojas en campo de plata y el león de oro de los Plantagenet sobre un jefe de gules. 

Y, ¿por qué al arzobispo se le atribuyó un escudo de armas con tres chovas piquirrojas? Una leyenda cuenta que un cuervo entró en la catedral de Canterbury el 29 de diciembre de 1170 y descendió sobre el cuerpo sin vida de Thomas Becket, que acababa de ser asesinado por cuatro caballeros al servicio del rey Enrique II de Inglaterra, que por entonces mantenía una enconada disputa con el prelado por pretender el monarca someter a sus súbditos eclesiásticos al poder civil. Caminando el ave por encima del charco formado por la sangre que brotaba del cadáver, su pico y sus patas se tiñeron de rojo, convirtiéndose así milagrosamente el cuervo en chova piquirroja.


Ilustración del asesinato de Thomas Becket incluida en el manuscrito Cotton MS Claudius, de finales del siglo XII y conservado en la British Library.

Tradicionalmente se cree, y conviene resaltar ese "se cree", que la construcción de la iglesia salmantina de santo Tomás Cantuariense se inició en 1175 y que los gastos de la misma se sufragaron con los fondos aportados por unos hermanos ingleses de nombre Ricardo y Randulfo, que estaban empleados como maestres en la escuela catedralicia de Salamanca; si esto fuera así, este templo sería uno de los primeros que se dedicó al santo inglés de Canterbury, lo que parece bastante improbable.

¿Cómo llegó entonces el culto a un santo inglés y el emblema de la chova piquirroja a la ciudad medieval de Salamanca? Pues el caso es que la noticia de lo ocurrido esa aciaga noche del 29 de diciembre diciembre de 1170 en la catedral de Canterbury se extendió como un incendio por toda Europa y fue recibida con pesar e indignación en todas partes. En un principio, Enrique II de Inglaterra rehusó castigar a los asesinos, lo que despertó las sospechas de todo el mundo respecto a la implicación del monarca en el homicidio, hecho que, a su vez, causó gran consternación al monarca.


El caballero William Tracy lanza el primer mandoble, que produce un corte en el brazo de Edward Grim, el asistente de Thomas Becket. Reginald Fitz Urse, identificado por el oso que exhibe en su escudo, asesta con su espada un golpe mortal sobre la cabeza del arzobispo, arrodillado frente al altar. Ilustración contenida en el manuscrito Harley MS 5102, conservado en la British Libray.

Al poco tiempo de la muerte de Becket se le atribuyeron curaciones milagrosas y su ciudad se llenó de enfermos buscando alivio a sus padecimientos. Al principio se impidió el acceso a la tumba del arzobispo, pero, en 1171, se terminó permitiendo el paso a la cripta ante la desbordante demanda de gentes venidas de todas partes. En reconocimiento por su martirio y milagros el papa Alejandro III canonizó a Becket como santo Tomás de Canterbury en 1173, cuando aún no habían pasado ni tres años desde su asesinato. De este modo la capilla de la catedral de Canterbury que albergaba el sepulcro del malogrado arzobispo se convirtió en el foco más importante de peregrinación durante toda la Edad Media en Inglaterra; todo el mundo quería honrar a aquel santo que obraba milagros y al que se le atribuía haber defendido los derechos de la Iglesia de Cristo frente a la tiranía de la realeza.


Esta obra del artista británico Brian Whelan demuestra que la iconografía moderna sigue asociando a santo Tomás de Canterbury con la chova piquirroja.

El rey Enrique II, probablemente menos arrepentido que desesperado por congraciarse con el papado, se sometió en 1174 a la humillación pública de caminar descalzo por las calles de Canterbury para terminar arrodillándose delante del sepulcro de santo Tomás, al tiempo que reconocía su implicación en el asesinato y se dejaba flagelar por unos monjes armados con ramas. Desde ese día, el monarca inglés adoptó al Cantuariense como protector de su dinastía, creándose así un culto familiar que se promovería allí donde ejerciera el poder un o una Plantagenet. Una de las hijas que tuvo con Leonor de Aquitania, de nombre también Leonor, se casaría en 1170 con el rey de Castilla, Alfonso VIII, siendo la reina castellana la introductora del culto a Becket en los reinos cristianos peninsulares. La hija primogénita de ambos, Berenguela, terminó siendo reina consorte de León y tenente de Salamanca, así que es de suponer que fue ella la que promocionó el culto al santo inglés en los territorios bajo su dominio y de ahí que exista la iglesia de santo Tomás Cantuariense en nuestra ciudad. 


Cabeza de una estatua que se cree que representaba a la reina Leonor Plantagenet, la reina de la chova piquirroja, en la catedral de Cuenca, ciudad conquistada por su esposo, Alfonso VIII, en 1177.

Para conocer el porqué de la presencia de este córvido en la techumbre del convento de Santa Clara, podéis visitar el Blog "La chova piquirroja", donde se da cuenta de la investigación que llevamos a cabo en equipo durante el año 2023 los autores de este Blog. 


Charo García de Arriba
  Miguel Ángel Martín Mas

Los sepulcros de la iglesia de Sancti Spiritus

Alfonso IX de León, con su reino constreñido entre los de Portugal y Castilla, territorios ambos desgajados del solar leonés en el siglo XII...