A fecha de hoy, siendo los leoneses y los castellanos habitantes de la misma comunidad autónoma y sabiendo, además, que los reinos de León y de Castilla tuvieron desde 1230 un mismo rey, Fernando III, nos puede extrañar que un par de pueblos de la comarca de Peñaranda de Bracamonte, Aldeaseca y Zorita, se apelliden “de la Frontera”. “¿De qué frontera?” me preguntan mis alumnos de las clases de Historia que imparto en el Centro de Educación de Personas Adultas El Inestal; pues precisamente de la que existía entre ambos reinos, que a finales del siglo XII estaban librando una devastadora guerra causada por las disputas territoriales, el control de los castillos fronterizos y, sobre todo, por el odio mutuo entre dos primos hermanos: Alfonso VIII de Castilla (1155-1214) y Alfonso IX de León (1171-1230). El castellano se convirtió en monarca cuando contaba con tan solo tres años, así que llevaba ya tres decenios de reinado cuando su primo se sentó en el trono de León en 1188. Así las cosas, Alfonso VIII confiaba en que su pariente y monarca leonés aceptara de buen grado la primacía castellana, cosa que, por supuesto, no iba a suceder por la vía pacífica.
Estatua ecuestre de Alfonso VIII de Castilla junto a la catedral de Cuenca, ciudad conquistada por él en el año 1177. Casado con Leonor Plantagenet, su primogénita sería Berenguela, que llegaría a ser reina de León y tenente de Salamanca tras su matrimonio con Alfonso IX, el primo de su padre.
En 1113, la bisabuela de ambos Alfonsos, Urraca I de León, cedió a los frailes guerreros de la Orden Hospitalaria de San Juan la aldea leonesa que hoy conocemos como la localidad de Paradinas de San Juan. De ahí viene una mitad de su nombre, a pesar de que, paradójicamente, su patrón sea san Pedro Apóstol. La otra mitad parece que viene de parietinae, palabra que designaría un lugar abandonado y en ruinas ya que, probablemente, aquello fue un despoblado, un lugar de paredes caídas, desde la invasión musulmana hasta que las tierras salmantinas volvieron a estar controladas por cristianos en el siglo X. Los caballeros sanjuanistas tuvieron en Paradinas una encomienda con castillo y casas para freires y freiras, ostentando el dominio de un amplio territorio que se extendía hasta el meandro que el Duero forma en la localidad vallisoletana de Castronuño.
Santa Ubaldesca Taccini (1136-1206), freira de la Orden de San Juan de Jerusalén. La madre de Alfonso IX de León, Urraca de Portugal, también profesó como freira de la Orden de San Juan.
Al convertirse Castilla en reino en 1157, Paradinas de San Juan se convirtió en una población de frontera entre los territorios de dos reyes. El 2 de febrero de 1183 Alfonso VIII de Castilla y Fernando II de León (1137-1188) acordaron la paz en esta localidad, que se firmaría ese mismo año en el tratado de Fresno (Fresno el Viejo) y Lavandera (Carpio). Diez años después, el 31 de diciembre de 1193, Alfonso IX de León devolvió la villa a los sanjuanistas, a los que se la había arrebatado tiempo atrás. En aquel tiempo los castillos fronterizos eran como las baterías de misiles en la actualidad, nadie los quería demasiado cercanos a su territorio y en posesión del enemigo. La decisión del monarca leonés fue acertada ya que, estando esa fortaleza en manos de la Orden Hospitalaria, una entidad neutral en el conflicto entre los dos reinos, el rey castellano no se atrevería a atacarla. De hecho, el prior de los Hospitalarios había acordado con Alfonso VIII derribar el castillo, si en algún momento se veía forzado a abandonarlo.
Iglesia de San Juan Bautista en Salamanca, construida por los caballeros de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén.
Caballero de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén (siglo XIII).
En 1197 tropas aliadas castellanas y aragonesas tomaron el castillo de Paradinas sin importarles lo más mínimo lo pactado con los sanjuanistas. Después lanzaron una ofensiva que penetró en tierras leonesas y devastó todo a su paso, saliendo la peor parada la villa de Alba de Tormes, hasta tal punto que Alfonso IX de León tuvo que repoblarla pasado el tiempo después del despiadado ataque. Y en mitad de esta guerra entre poderosos, como siempre, la población civil, en este caso la de las poblaciones fronterizas de nuestra provincia, que por fin encontraron la paz gracias a un buen acuerdo, que fue el matrimonio celebrado en diciembre de 1197 entre Alfonso IX de León y la infanta Berenguela de Castilla, que, tras muchos avatares y no poca destreza política, logró que su hijo primogénito se convirtiera en rey de Castilla en 1217 y de León en 1230, pasando a reinar como Fernando III, de sobrenombre “el Santo”, condición que también alcanzó su primo Luis, titular de una ermita peñarandina; pero la de Luis, hijo de Blanca de Castilla y Luis VIII de Francia, es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.