¿Os imagináis que las arpías y dragones que los maestros medievales esculpieron en los capiteles de las iglesias románicas de repente cobraran vida y camparan a sus anchas por nuestras calles? Pues exactamente eso es lo que ocurre en la Loa de la Virgen de la Asunción que, cada mes de agosto, se representa en la localidad leonesa, salmantina y serrana de La Alberca.
Arpía encapuchada en la iglesia de Revilla de Santullán (Palencia). Fotografía de Javier Gago en el grupo de Facebook PASIÓN POR EL ROMÁNICO.
Caballero luchando con un dragón en la catedral de Ciudad Rodrigo.
Dentro de las representaciones dramáticas, la Loa de la Asunción es una loa-entremesada, es decir, una mezcla de loa —alabanza o elogio, en este caso de la Virgen— y entremés de corte moralizante acorde con la doctrina católica. En ella se escenifica la lucha entre el Bien, representado por un ángel de enormes alas armado con una espada, y el Mal, encarnado en un demonio capirotado que galopa a lomos de una bestia fantástica de ocho cabezas —una de ellas caprina y las otras siete de dragón— que vomitan fuego.
Mientras el ángel va acompañado por siete virtudes de aspecto angelical, el demonio se presenta con un séquito de siete diablillos que se identifican con los siete pecados capitales. La documentación más antigua que habla de este tipo de representaciones en la comarca de La Sierra de Francia, a la que pertenece La Alberca, es del siglo XVI; no obstante, tal y como afirma José Luis Puerto en su publicación sobre las loas serranas, estas representaciones tienen un evidente sustrato medieval que, lamentablemente, no ha sido investigado tanto como sería deseable. Prueba de que este tipo de espectáculos ya existían en la Baja Edad Media es el Auto de los Reyes Magos, conocido gracias a un manuscrito encontrado en la catedral de Toledo y que ha sido datado en el siglo XIII.
Lo que nos ha motivado a redactar esta entrada es que nos parece que la caracterización de los protagonistas de la Loa de la Asunción, sobre todo la de aquellos que representan el Mal, guarda una clara similitud con el aspecto de las bestias que encontramos encaramadas en los capiteles románicos para personificar la iniquidad o las tentaciones terrenales. De ahí que nos haya dado por pensar que es posible que tanto las esculturas de los capiteles como las representaciones escenográficas bebieran de las mismas fuentes: los bestiarios y las representaciones cortesanas medievales. Al menos, parece claro que alguien, en algún momento, se fijó en los capiteles románicos para dar vida a la Loa de la Virgen de la Asunción.
El pastor con su garrote en la representación de la Loa de la Virgen de la Asunción en La Alberca (Salamanca).
Capitel con hombres portando espada y garrote junto a una arpía. Catedral Vieja de Salamanca.
Fijaos, por ejemplo, en este capitel de la Catedral Vieja de Salamanca, que representa a un hombre montado sobre un dragón —animal fantástico típico de los bestiarios medievales en los que, con múltiples versiones morfológicas y variaciones en el número de cabezas, representa invariablemente la maldad—. Mirad a continuación al diablo de la loa de la Alberca subido a lo que allí conocen como la serpiente, la bestia con cuerpo de cabra y siete cabezas de dragón que escupen fuego todas al mismo tiempo.
Paraos a mirar también las arpías situadas detrás del dragón —siendo estas un icono típico del románico para representar las bajas pasiones de la vida y, muy especialmente, el pecado de la lujuria—. Lucen una caperuza puntiaguda que, de manera anacrónica, suele identificarse con un gorro frigio, pero que más bien se parece a la prenda de cabeza con la que se suele distinguir a los judíos que aparecen en las Cantigas de Santa María. Las vemos en nuestra Catedral Vieja, pero también, al lado de dragones, en la portada de la iglesia de San Martín en Salamanca y en otros muchos templos románicos. Mirad ahora la indumentaria del diablo de La Alberca y comprobad cómo su gorro nos recuerda al de las arpías románicas y al de los judíos de las Cantigas.
Judíos representados con sus prendas características según las regulaciones cristianas: túnica corta y manto, sobretodo o guardapolvo y capucha afiblada. Cantiga de Santa María VI.
Dragones en la portada de la iglesia de San Martín en Salamanca. Acuarela de Carmen Borrego.
Bien es cierto que, mientras en la Loa albercana el Bien y sus virtudes salen al paso del diablo y sus tentaciones para expulsarlo de la localidad, en los capiteles románicos suele faltar la escenificación del mismo, aunque todo el mundo sabe que este se encuentra en el interior del templo, concretamente en el ábside principal. No obstante, también son típicas las representaciones de un caballero con armadura que, como el ángel de La Alberca, se enfrenta al mal blandiendo su espada. Así lo vemos, por ejemplo, en el capitel de la Catedral Vieja de Salamanca al que hemos hecho referencia. Se trata de la lucha constante de los mortales frente a las tentaciones mundanas.
Caballero luchando con una leona en el claustro de la Catedral Vieja de Salamanca.
Caballero luchando con un oso en el exterior de la catedral de Ciudad Rodrigo.
Os invitamos ahora a que nos acompañéis a visitar la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, obra, según nuestra interpretación, promocionada por la reina Berenguela la Grande (1180-1246). Pensamos que los emblemas heráldicos de esta armadura representan iconográficamente los hechos históricos más importantes de los reinos de León y de Castilla durante la primera mitad del siglo XIII. Entre dichos hitos se encuentra el fallecimiento de la reina Beatriz de Suabia —primera esposa de Fernando III, nuera de la reina Berenguela y fallecida en 1235, cuando contaba con tan solo treinta y dos años—. El caso es que la iconografía que rodea a la representación heráldica de dicho fallecimiento nos hace imaginar que estamos presenciando una loa similar a la albercana representada sobre esas maderas. En el arrocabe del lado de la epístola, donde se refleja la vida terrenal de los reyes y reinas representados, se figura al diablo de dos formas: por medio de una arpía con cara humana, caperuza puntiaguda, cuerpo alado y patas de cabra y, por otra parte, a través de un dragón que vomita largas lenguas de fuego. Como vemos, ambos animales fantásticos tienen muchos puntos en común con la caracterización del diablo y la serpiente de La Alberca.
Pero el Mal no podía lograr que una mujer tan buena como la reina Beatriz de Suabia se quedara esperando sine die para alcanzar la gloria celestial. La monarca consorte, por la que su suegra sentía veneración, fue calificada por las crónicas coetáneas como "buenísima, bella, modesta y sabia". Así las cosas, en el arrocabe del lado del evangelio de la techumbre medieval del convento de Santa Clara, enfrentadas a la arpía y al dragón, vemos dos enormes flores de lis —símbolo de realeza por aquel entonces— cuyos pétalos laterales se han convertido en unos pares de alas tan prominentes como las del ángel de La Alberca. Sin duda, el Bien ha vencido al Mal y el alma de la reina se eleva al cielo, un final similar al de la loa albercana, en la que el demonio huye vencido por el ángel y sus virtudes para que el pueblo puede celebrar de nuevo su fiesta.
Somos conscientes de que lo anteriormente expuesto solamente demuestra, a lo sumo, que en el siglo XIII se representaba el Bien y el Mal por medio de iconos similares a los de la Loa, pero que de ello no se puede deducir que hace ochocientos años ya se hicieran representaciones teatrales de esa eterna lucha, pero, dejadnos soñar y prestadnos, por favor, un ratito más de atención...
Las arpías, dragones y alas de la techumbre de la iglesia de Santa Clara están figuradas en una obra narrativa que se sirve de la iconografía heráldica para transmitir el argumento de una historia, en concreto, la sucesión de los reinos de León y de Castilla en la primera mitad del siglo XIII. Sabemos también que la heráldica nació en el marco de las cortes de Poitiers y Castilla de la mano de mujeres como Leonor de Aquitania y su hija Leonor de Castilla, abuela y madre, respectivamente, de Berenguela la Grande. En dichos ambientes cortesanos, los emblemas heráldicos eran senhales que servían para identificar a los personajes que participaban en representaciones de germen occitano y glosadas por los trovadores. Así las cosas, lo mismo que las arpías y dragones aparecen en la obra heráldico-narrativa de la iglesia de Santa Clara, no es descabellado pensar que, en aquellas representaciones cortesanas, cuando un personaje fallecía, las arpías con gorros frigios y los dragones lanzallamas hicieran acto de presencia. Seguramente el alma del finado lucharía contra ellos haciendo uso de sus virtudes para conseguir un ascenso directo al cielo. Se eludía así el fastidioso purgatorio, un invento cuya existencia fue confirmanda por la Iglesia en el siglo XIII con su habitual intención de hacer caja.
Fernando III de Castilla y de León y su esposa Beatriz de Suabia en el claustro de la catedral de Burgos.
Así pues, dejadnos soñar visualizando que en la techumbre de Santa Clara existe la representación iconográfica de una loa por el alma de la reina Beatriz de Suabia. Permitidnos que miremos esas maderas, casi ocho veces centenarias, y vislumbremos las llamaradas de fuego de los dragones y el rechinar de dientes de las arpías mientras el alma inmaculada de la reina Beatriz sale a su paso.
Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando III y la reina Beatriz de Suabia, le decicó a su madre la Cantiga de Santa María CCLVI. Aquí la vemos besando la figura de una virgen para rogarle la curación de una enfermedad.
Charo García de Arriba
Miguel Ángel Martín Mas
Referencias:
PUERTO HERNÁNDEZ, J.L., Teatro Popular en la Sierra de Francia: las loas. Castilla Ediciones, Valladolid, 2001.
CID LUCAS, F. "La mujer con patas de cabra de Las Hurdes los posibles orígenes de la leyenda", Revista de folklore, 455 (2020), pp. 4-12.
Imágenes de la Loa de la Alberca 2025 © de Virgilio Sánchez.































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