Se conserva en el monasterio de Sancti Spiritus de Toro un sepulcro de piedra, perteneciente a la noble portuguesa Teresa Gil de Riba de Vizela, que, a pesar de haber perdido la mayor parte de su bella policromía, todavía muestra unos escudos verados que han llamado en extremo nuestra atención.
Teresa Gil de Riba de Vizela por el ilustrador José Luis García Morán.
Los veros heráldicos, una sucesión continua de ondas, en general de azul sobre fondo blanco (azur sobre plata), aparecen por primera vez en las representaciones bajomedievales de los monarcas cristianos, concretamente decorando el forro de sus mantos. Probablemente, los veros más antiguos que podemos ver hoy en día sean los del relieve esmaltado del sepulcro del conde de Anjou Godofredo V, fallecido en 1151. También encontramos veros en la obra pictórica conocida como “Fresco de los Plantagenet”, conservada en la ermita de Santa Radegunda en Chinon y datada como de finales del siglo XII. En el ámbito hispano vemos veros, por ejemplo, en el forro del manto que Alfonso IX de León luce en una miniatura del Tumbo A de Santiago.
Con el paso del tiempo los veros dieron el salto a la heráldica bajo el nombre genérico de “forros heráldicos”, terminología que comparten con la decoración de armiños, y fue así como comenzaron a representarse dentro del campo de un escudo. Durante la Edad Moderna muchos nobles adoptaron este tipo de decoración para sus blasones familiares como una simple figura más, pero nosotros estamos convencidos de que, en los albores de la heráldica, en los siglos XII y XIII, cuando ésta estaba cargada de significantes con los que transmitir un significado, los escudos con veros trataban de comunicar una idea muy ligada a sus representaciones iniciales en los mantos de los monarcas. Es decir, creemos que con los veros se quería representar a personajes que gozaban de la protección que otorgaba el manto del monarca, del mismo modo que la Virgen protege a los cristianos con el suyo en iconografías tales como la de la Virgen de la Misericordia.
Diego de la Cruz, La Virgen de la Misericordia con los Reyes Católicos y su familia. Monasterio de las Huelgas, Burgos.
Con esta misma intencionalidad de amparo encontramos veros en la decoración heráldica de la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, para la que ofrecemos una interpretación en nuestro Blog lachovapiquirroja.blogspot.com. En esta impresionante obra heráldica aparecen seis emblemas verados que, en nuestra opinión, representan a personajes acogidos a la protección de la realeza.
Reconstrucción de emblemas verados pertenecientes la decoración de la techumbre de la iglesia de Santa Clara de Salamanca por el heraldista José Moreiro Píriz.
Y de ahí el interés que ha despertado en nosotros la heráldica verada del sepulcro toresano, ya que, si los veros solían utilizarse para representar a personajes protegidos por la monarquía, da la casualidad, o no, de que dicho sepulcro alberga el cuerpo de una mujer a la que todos los que la han estudiado coinciden en señalar como protegida de la realeza castellana y leonesa. Se trata de doña Teresa Gil de Riba de Vizela (1255-1312), una noble portuguesa que gozó del cobijo y el favor ofrecido por el manto del rey Sancho IV.
Pero, ¿quién fue Teresa Gil de Riba de Vizela y cómo termino enterrada en la villa de Toro? Pues fue la hija del noble portugués Gil Martins de Riba de Vizela, que se desnaturalizó de su señor para terminar exiliado en la corte de Castilla en 1265, ya que el rey Alfonso III de Portugal le agravió sustituyéndole en la mayordomía real por un noble de condición inferior a la suya. Al luso le fue mucho mejor con nuestro rey Alfonso X, del que llegó a ser amigo íntimo, además de consejero e incluso testigo de su testamento.
Gil Martins falleció en el año 1274 y sólo un año después falleció el heredero de los reinos de Castilla y de León, el infante Fernando de la Cerda, iniciándose así las conocidas desavenencias entre Alfonso X y su hijo segundogénito Sancho. A partir de ese momento parece que las preferencias de los vástagos de Gil Martins son dispares, ya que, mientras su hijo Martín Gil se mantiene fiel a Alfonso X, su hija Teresa comienza una relación de concubinato con el infante Sancho que, por aquel entonces y como venía siendo habitual en los infantes mayores, ejercía de monarca “en prácticas” del reino de León. Con esta forma de actuar Sancho seguía la estela de sus antecesores, dado que Alfonso IX de León, Fernando III de Castilla y de León y su hijo el infante mayor Alfonso, el futuro Alfonso X el Sabio, también habían mantenido relaciones concubinarias con nobles portuguesas. Estas relaciones pueden ser difíciles de entender a nuestro anacrónico modo de ver, pero, tal y como defiende la profesora Inés Calderón Medina, se trataba de verdaderos matrimonios civiles con los que los reyes aprovechaban los períodos de su vida en los que estaban solteros o viudos para reforzar la estabilidad de la frontera con Portugal en un momento en el que ésta se estaba aún delimitando.
El rey Sancho IV, que en su época de infante mantuvo una relación de concubinato con Teresa Gil de Riba de Vizela, tal como nos cuenta Pedro Afonso, conde de Barcelos, en su Crónica General de España de 1344.
Beneficiaria del favor real, Teresa Gil de Riba de Vizela recibió en 1276 del infante Sancho el derecho a ingresar las rentas de la, por entonces, villa leonesa de Sabugal. Parece que la relación terminó poco después, sin embargo, Teresa, soltera, sin haber logrado ser madre de la descendencia del futuro rey y alejada de su familia, que se había inclinado por el bando de Alfonso X, reunía todos los requisitos para lograr el favor y protección del rey Sancho IV durante el resto de su vida. Lo cierto es que pocos personajes históricos responden tan bien al concepto de protegida. Teresa continuó recibiendo numerosas donaciones, prácticamente todas en la frontera leonesa-portuguesa, entre las que caben destacar las rentas de Mourão y los derechos sobre las poblaciones de Zamora, Barruecopardo, Ciudad Rodrigo, Saucelle y Peralejos.
Un tema que también puede resultar complejo de entender hoy día es cómo es posible que la documentación que Teresa Gil continara siendo protegida por la monarquía castellano-leonesa incluso después del fallecimiento de Sancho IV. Y, además, protegida por la mismísima reina viuda María de Molina y por el heredero Fernando IV. De nuevo tenemos que dejar atrás nuestras anacrónicas miradas y entender aquel concubinato de la noble Teresa y el infante Sancho como una relación socialmente aceptada que, además, había terminado antes del matrimonio oficial. De ahí la continuidad de la protección real, que se tradujo en la donación de bienes en Benavente, Ciudad Rodrigo, Peleagonzalo, Tordesillas, Valladolid y Zamora. A lo anterior, nos gustaría considerar la posibilidad de que Teresa, bien relacionada con personas de las cortes de Portugal y la de Alfonso X, pudiera haber prestado otro tipo de servicios a la corona, tales como el de consejera, diplomática o incluso espía. Espía, sí, por qué no, de hecho, la noble portuguesa Vataça Láscaris, nacida en 1270 y sobrina política de Teresa Gil, prestó servicios de este tipo en tiempos de Fernando IV, cuando aún vivía la reina madre María de Molina.
La reina María de Molina, señora de Toro, presenta a su hijo Fernando IV en las Cortes de Valladolid de 1295. Óleo sobre lienzo de Antonio Gisbert Pérez. 1863. Congreso de los Diputados.
No sabemos mucho más de la vida de Teresa Gil, se dice que tras el matrimonio de Sancho y María fue obligada a ingresar en el monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid, del que también dicen que llegó a ser abadesa, cosa que seguramente es una mera leyenda. Lo cierto es que Teresa nunca llegó a profesar como monja, de hecho, no fue enterrada con hábito, sino con un magnífico ajuar de dama noble que se puede admirar en el museo del monasterio de Toro en el que está enterrada. Lo que sí pensamos es que Teresa Gil y la reina María de Molina, lejos de ser rivales, fueron aliadas y, quizás, también buenas amigas, de otra forma no se explica que la monarca se encargara de hacer cumplir las últimas voluntades de Teresa tras su fallecimiento en 1312 y que su emblema personal aparezca junto al verado de ésta en el arrocabe la techumbre de la iglesia de Sancti Spiritus de Toro.
Escudo de María de Molina, heredado de su padre, Alfonso de Molina, hermano del rey Fernando III y, por lo tanto, hijo de Berenguela la Grande de León y de Castilla.
Escudos de la reina María de Molina y escudo verado de Teresa Gil de Riba de Vizela en el arrocabe de la techumbre de la iglesia de Sancti Spiritus de Toro.
El caso es que Teresa hizo testamento en 1307, también conservado en el monasterio de Sancti Spiritus de Toro, mediante el cual expresaba su deseo de que se construyera con su dinero un monasterio bajo la advocación de san Salvador. En el año 1316, durante el reinado de Alfonso XI, la reina abuela María de Molina mandaría poner la primera piedra de ese monasterio, que estaría localizado en su señorío de Toro y que terminaría estando habitado por monjas dominicas y bajo la advocación que tiene actualmente, la de Sancti Spiritus.
Teresa Gil de Riba de Vizela representada en el siglo XVI de manera legendaria como abadesa del monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid, donde parece ser que estuvo alojada como dama noble tras el final de su relación de concubinato con el infante Sancho.
Mientras duró la construcción del monasterio toresano el cadáver de Teresa, cumpliendo otra voluntad expresada en su testamento, estuvo en un monasterio de frailes dominicos de Zamora. La dama fundadora, la castellana de origen portugués, fue trasladada a Toro en el año 1345, estando ya fallecida la reina María de Molina. Descansa en un sarcófago decorado con escudos verados para los que tradicionalmente se ha dicho que se corresponden con su escudo familiar. Sin embargo, a nosotros nos nos convence tal aserto, ya que para poder afirmar que ése es el emblema heráldico de los Riba de Vizela, entendemos que sería necesario localizar al menos a otro miembro de su linaje identificado con el mismo escudo, pero ¿a qué otro personaje de la familia se le ha representado con emblemas verados? Nosotros no hemos sido capaces de localizarlo, pero sí hemos encontrado la descripción del sello de una hermana de Teresa, Constanza Gil de Riba de Vizela, y en el mismo no hay rastro de emblema verado. Dicho sello, estudiado por el heraldista Faustino Menéndez Pidal de Navascués, contiene cinco flores de lis centrales con una bordura cargada de cruces. Para Navascués las lises se corresponden con el emblema familiar del esposo de Constanza, miembro del linaje portugués de los Soverosa, mientras las cruces de la bordura, admitiendo que lo hace por exclusión, las asigna a las armas familiares de los Riba de Vizela.
Así las cosas, nosotros creemos que no existen pruebas que demuestren que los emblemas verados que cubren el sarcófago de Teresa Gil sean el emblema familiar de los Riba de Vizela. Antes bien, creemos que cuando los emblemas verados del sepulcro de Teresa se identifican de forma automática con un escudo familiar, se están mirando emblemas heráldicos medievales con ojos de la Edad Moderna. En los primeros tiempos de la heráldica era habitual que los emblemas fueran significantes que trataban de transmitir un significado y, para nosotros, los emblemas verados de la sepultura de Teresa Gil tienen la intención de representarla como protegida del monarca, como cubierta por su manto.
El sarcófago se encuentra bajo una techumbre en cuyo arrocabe aparecen, junto a los citados emblemas verados, el escudo cuartelado del monarca de Castilla y de León, el escudo de María de Molina —un león púrpura en campo de plata con bordura de gules cargadas de castillos— y un emblema con una cruz de plata en campo de azur para el que es difícil pronunciarse al respecto de qué intencionalidad representativa tiene, dado lo común que fue la utilización del icono de la cruz en todas sus formas en esos tiempos. Eso sí, si tenemos en cuenta que son precisamente cruces lo que luce la bordura del sello de su hermana Constanza, cabe la posibilidad de que este sí fuera el emblema familiar de los Riba de Vizela.
El sepulcro de Teresa Gil se abrió en el año 2001, encontrándose su momia y un completo ajuar compuesto por el brial, la camisa, el tocado, los guantes, dos sábanas mortuorias, las ligas, restos del cojín y restos de pieles de la
prenda exterior, que era un pellote, una especie de pelliza de abrigo hecha
con tiras de piel y, sobre ellos, unas telas delicadas de seda que se han
perdido. Todo ello se puede admirar en el monasterio de Sancti Spiritus de Toro junto al sepulcro y las tabicas de la techumbre decoradas con el emblema verado de la protegida.
Miguel Ángel Martín Mas
Charo García de Arriba
FUENTES:
Calderón Medina, I. (2018) 2. El concubinato regio en la definición de la frontera galaico-portuguesa. (S. XII-XIII). En Los espacios del rey. Poder y territorio en las monarquías hispánicas (siglos XII-XIV). Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco. Págs. 275-304.
De las Moras Robledo, N. (2023). Concubinato y matrimonio regio: Teresa Gil y María de Molina. TFG. Universidad de Valladolid. Disponible en https://uvadoc.uva.es/handle/10324/64530.
Hernández, F. (2021). Los hombres del rey: La transición de Alfonso X el Sabio a Sancho IV (1276-1286). 2 vols.. Ediciones Universidad de Salamanca.
Menéndez Pidal de Navascués, F. (1990). "Un escudo de armas en el panteón real de san Isidoro de León". Nº. 220-221. Págs. 545-229.
https://lachovapiquirroja.blogspot.com/2023/05/veros-y-verados-heraldicos-bajo-el.html