jueves, 12 de junio de 2025

Berenguela de León, reina de Jerusalén y emperatriz de Constantinopla

Hoy queremos hablaros de una infanta leonesa, de nombre Berenguela, hija de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, que llegó a ser reina de Jerusalén y emperatriz del Imperio Latino de Constantinopla.


Berenguela de León, reina de Jerusalén entre 1224 y 1225 y emperatriz de Constantinopla entre 1231 y 1237.

Nuestra historia comienza cuando el noble francés y rey de Jerusalén Juan de Brienne visitó la corte castellana de Fernando III en marzo de 1224, donde tuvo la oportunidad de entrevistarse con la reina madre Berenguela. El monarca jerosolimitano en el exilio iba de camino a la corte leonesa y en peregrinación a Santiago de Compostela y, unos meses antes, había pasado por la corte de París, donde había conocido a Blanca de Castilla, la reina de Francia, hermana de la monarca castellana.


El conde francés Juan de Brienne, rey de Jerusalén desde 1210 a 1225 y líder de la Quinta Cruzada.


Llegada de Juan de Brienne a Acre y su coronación como rey de Jerusalén.

Gracias a ambas entrevistas se concertó un matrimonio, el de Juan de Brienne y Berenguela de León, hija de la reina madre de Castilla y de Alfonso IX de León y, a la sazón, sobrina de la monarca francesa. En el momento del enlace ella tenía veinte años y él unos cincuenta. Pero, ¿por qué motivo se entregó la infanta leonesa a un buscavidas entrado en años y dos veces viudo como Juan de Brienne? Buscavidas, sí, porque el caso es que el aventurero y cruzado francés tenía el título de rey, pero no tenía reino, ya que Jerusalén estaba en manos musulmanas desde que Saladino la tomara en el año 1187. Además, por entonces solamente era regente, ya que su primera esposa, María de Montferrato, la propietaria del reino, había fallecido a finales de 1212, heredando el trono su hija Isabella II, menor de edad, que terminaría casada con el emperador germano Federico II, que, desde luego, no iba a permitir que nadie más que él ostentara el título de monarca jerosolimitano. Así que, sin reino y sin corona, Juan apostó de nuevo a ser rey casándose en 1214 en segundas nupcias con la hija del monarca León II de Armenia, Estefanía, de la que enviudó en 1220.


Dibujos marginales de espadas acompañadas por los escudos de armas invertidos del reino de Jerusalén y de su monarca Juan de Brienne, modo del que se da cuenta de su fallecimiento. La mitra y el báculo invertidos hacen referencia a la muerte de Ricardo II, obispo de Durham. Imagen tomada del folio 125v de la Historia Anglorum, Chronica majora, Parte III.

Las prisas de las hermanas Berenguela de León y de Castilla y Blanca de Francia por casar a Juan de Brienne con la infanta Berenguela, hija de la primera, estaban motivadas por el deseo de evitar que éste se desposara con la infanta Sancha, la hija mayor de las dos que Alfonso IX de León había tenido durante el matrimonio con su primera esposa, Teresa de Portugal. La reina Berenguela, la segunda esposa del monarca leonés, defendía así los intereses de su hijo Fernando III de Castilla, que aspiraba a ser rey también de León tras la muerte de su padre. De este modo, sacrificando una dama, la infanta Berenguela, el hermano y bisoño rey castellano tendría más fácil hacerse con otro reino al no tener que competir con otro candidato varón, que además era un conocido cruzado muy apreciado por el papa.


Escudo de armas del reino de Jerusalén.

Aquella operación de matrimonio castellano-jerosolimitano no fue precisamente barata, no en vano se trataba de convencer a Juan de que renunciara a la posibilidad de ser, ni más ni menos, que rey consorte de León, así que la reina madre castellana se vio abocada a dotar a su hija homónima generosamente y a pagar todas las cuantiosas deudas que acumulaba el que iba a convertirse en su yerno. De este modo, el rey cruzado quedaba libre de cargas, se llevaba una esposa mucho más joven que la que le había ofrecido en principio y, para rematar, entroncaba con un solo matrimonio con la casa real castellana y con la leonesa.


Moneda de Juan de Brienne como rey de Jerusalén.

En 1225 Federico II del Sacro Imperio Germánico, yerno de Juan de Brienne, le despojó de todos los derechos que pudiera ejercer sobre el reino de Jerusalén, así que la infanta leonesa solamente fue monarca jerosolimitana durante un año. No obstante, tres años más tarde, Juan y Berenguela recuperarían su condición de monarcas al convertirse en emperadores-regentes del Imperio Latino de Constantinopla, teniendo a su cargo, como tutores, al heredero, Balduino II, por entonces menor de edad. María de Brienne, de cinco años, hija de los regentes, fue prometida al niño emperador. De este modo, madre e hija terminaron siendo, contra todo pronóstico, co-emperatrices de Constantinopla.


Armas del Imperio Latino de Constantinopla. 

Los últimos años de vida de Juan y Berenguela no iban a ser precisamente tranquilos, ya que Constantinopla sufrió entre 1235 y 1236 el asedio de las tropas aliadas del emperador de Nicea Juan III Ducas Vatatzés y del zar búlgaro Iván Asen II. Juan de Brienne murió el 27 de marzo de 1237, a la edad de sesenta y un años, y su esposa Berenguela pocos días después, el 12 de abril de 1237, con treinta y tres años, probablemente ambos a causa de la peste que se había apoderado de la ciudad durante el largo asedio al que había estado sometida.


Posible tumba de Juan de Brienne en la iglesia de San Francisco en Asís. Todo parece indicar que el cruzado tomó el hábito franciscano en sus últimos días.

Aparte de la primogénita, María, Juan y Berenguela tuvieron tres hijos: Alfonso, Luis y Juan, que quedaron huérfanos de padre y madre y rodeados de enemigos a las edades aproximadas de nueve, siete y cinco años respectivamente. No sabemos exactamente cómo se desarrollaron los hechos, pero alguien, quizá su abuela materna Berenguela de Castilla y de León o su tía abuela materna la reina Blanca de Francia, o ambas, se las arregló para sacar a los niños del avispero de Constantinopla y llevarlos con sus parientes a la corte francesa, pasando los tres más tarde, ya de adultos, también por la castellana-leonesa, donde figuran como testigos en diplomas rubricados por su primo el rey Alfonso X.

Con el paso del tiempo el primo de Berenguela de León, Luis IX de Francia, nombró a Alfonso de Brienne gran chambelán de Francia, adquiriendo luego por su matrimonio también el título de conde de Eu. En 1265, acudió a la llamada de Alfonso X de Castilla y de León para combatir a los musulmanes norteafricanos. Allí mostró un gran valor, lo que le valió un mensaje de felicitación del papa Clemente IV.​ Acompañó luego a Luis IX durante la Octava Cruzada, contrayendo, al igual que el rey galo, la disentería o la fiebre tifoidea, no se sabe cuál de las dos enfermedades exactamente, muriendo en agosto del año 1270.


Armas de Alfonso de Brienne. Los tres hermanos Brienne eran nietos de Alfonso IX de León y bisnietos de Alfonso VIII de Castilla. 

El segundo hijo varón, conocido como Luis de Acre por el lugar de su nacimiento, se casó con la vizcondesa Agnès de Beaumont y Maine, y se cree que hacia 1255 estaba instalado en la corte de su primo carnal el rey Alfonso X de Castilla y de León.



Sepulcros de Agnès de Beaumont y de Luis de Brienne, fallecido en 1297, en la abadía francesa de Nuestra Señora de Étival-en-Charnie.


Vidriera en una capilla de la abadía francesa de Nuestra Señora de Étival-en-Charnie en la que se representa a Agnès de Beaumont y a Luis de Acre.

El benjamín, Juan, llegó a alcanzar el cargo de gran mayordomo de Francia. En 1275, Felipe III de Francia lo envió a Castilla para representar los intereses de los infantes de la Cerda, los hijos de su hermana Blanca y del infante Fernando de la Cerda, el primogénito de Alfonso X, que había fallecido ese mismo año.


Biografía de Juan de Brienne publicada en el año 2013 por la Universidad de Cambridge.

lunes, 5 de mayo de 2025

La protegida Teresa Gil de Riba de Vizela

Se conserva en el monasterio de Sancti Spiritus de Toro un sepulcro de piedra, perteneciente a la noble portuguesa Teresa Gil de Riba de Vizela, que, a pesar de haber perdido la mayor parte de su bella policromía, todavía muestra unos escudos verados que han llamado en extremo nuestra atención.


Teresa Gil de Riba de Vizela por el ilustrador José Luis García Morán.






Los veros heráldicos, una sucesión continua de ondas, en general de azul sobre fondo blanco (azur sobre plata), aparecen por primera vez en las representaciones bajomedievales de los monarcas cristianos, concretamente decorando el forro de sus mantos. Probablemente, los veros más antiguos que podemos ver hoy en día sean los del relieve esmaltado del sepulcro del conde de Anjou Godofredo V, fallecido en 1151. También encontramos veros en la obra pictórica conocida como “Fresco de los Plantagenet”, conservada en la ermita de Santa Radegunda en Chinon y datada como de finales del siglo XII. En el ámbito hispano vemos veros, por ejemplo, en el forro del manto que Alfonso IX de León luce en una miniatura del Tumbo A de Santiago.




Con el paso del tiempo los veros dieron el salto a la heráldica bajo el nombre genérico de “forros heráldicos”, terminología que comparten con la decoración de armiños, y fue así como comenzaron a representarse dentro del campo de un escudo. Durante la Edad Moderna muchos nobles adoptaron este tipo de decoración para sus blasones familiares como una simple figura más, pero nosotros estamos convencidos de que, en los albores de la heráldica, en los siglos XII y XIII, cuando ésta estaba cargada de significantes con los que transmitir un significado, los escudos con veros trataban de comunicar una idea muy ligada a sus representaciones iniciales en los mantos de los monarcas. Es decir, creemos que con los veros se quería representar a personajes que gozaban de la protección que otorgaba el manto del monarca, del mismo modo que la Virgen protege a los cristianos con el suyo en iconografías tales como la de la Virgen de la Misericordia. 


Diego de la Cruz, La Virgen de la Misericordia con los Reyes Católicos y su familia. Monasterio de las Huelgas, Burgos.

Con esta misma intencionalidad de amparo encontramos veros en la decoración heráldica de la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, para la que ofrecemos una interpretación en nuestro Blog lachovapiquirroja.blogspot.com. En esta impresionante obra heráldica aparecen seis emblemas verados que, en nuestra opinión, representan a personajes acogidos a la protección de la realeza.






Reconstrucción de emblemas verados pertenecientes la decoración de la techumbre de la iglesia de Santa Clara de Salamanca por el heraldista José Moreiro Píriz


Y de ahí el interés que ha despertado en nosotros la heráldica verada del sepulcro toresano, ya que, si los veros solían utilizarse para representar a personajes protegidos por la monarquía, da la casualidad, o no, de que dicho sepulcro alberga el cuerpo de una mujer a la que todos los que la han estudiado coinciden en señalar como protegida de la realeza castellana y leonesa. Se trata de doña Teresa Gil de Riba de Vizela (1255-1312), una noble portuguesa que gozó del cobijo y el favor ofrecido por el manto del rey Sancho IV.

Pero, ¿quién fue Teresa Gil de Riba de Vizela y cómo termino enterrada en la villa de Toro? Pues fue la hija del noble portugués Gil Martins de Riba de Vizela, que se desnaturalizó de su señor para terminar exiliado en la corte de Castilla en 1265, ya que el rey Alfonso III de Portugal le agravió sustituyéndole en la mayordomía real por un noble de condición inferior a la suya. Al luso le fue mucho mejor con nuestro rey Alfonso X, del que llegó a ser amigo íntimo, además de consejero e incluso testigo de su testamento.

Gil Martins falleció en el año 1274 y sólo un año después falleció el heredero de los reinos de Castilla y de León, el infante Fernando de la Cerda, iniciándose así las conocidas desavenencias entre Alfonso X y su hijo segundogénito Sancho. A partir de ese momento parece que las preferencias de los vástagos de Gil Martins son dispares, ya que, mientras su hijo Martín Gil se mantiene fiel a Alfonso X, su hija Teresa comienza una relación de concubinato con el infante Sancho que, por aquel entonces y como venía siendo habitual en los infantes mayores, ejercía de monarca “en prácticas” del reino de León. Con esta forma de actuar Sancho seguía la estela de sus antecesores, dado que Alfonso IX de León, Fernando III de Castilla y de León y su hijo el infante mayor Alfonso, el futuro Alfonso X el Sabio, también habían mantenido relaciones concubinarias con nobles portuguesas. Estas relaciones pueden ser difíciles de entender a nuestro anacrónico modo de ver, pero, tal y como defiende la profesora Inés Calderón Medina, se trataba de verdaderos matrimonios civiles con los que los reyes aprovechaban los períodos de su vida en los que estaban solteros o viudos para reforzar la estabilidad de la frontera con Portugal en un momento en el que ésta se estaba aún delimitando.


El rey Sancho IV, que en su época de infante mantuvo una relación de concubinato con Teresa Gil de Riba de Vizela, tal como nos cuenta Pedro Afonso, conde de Barcelos, en su Crónica General de España de 1344.

Beneficiaria del favor real, Teresa Gil de Riba de Vizela recibió en 1276 del infante Sancho el derecho a ingresar las rentas de la, por entonces, villa leonesa de Sabugal. Parece que la relación terminó poco después, sin embargo, Teresa, soltera, sin haber logrado ser madre de la descendencia del futuro rey y alejada de su familia, que se había inclinado por el bando de Alfonso X, reunía todos los requisitos para lograr el favor y protección del rey Sancho IV durante el resto de su vida. Lo cierto es que pocos personajes históricos responden tan bien al concepto de protegida. Teresa continuó recibiendo numerosas donaciones, prácticamente todas en la frontera leonesa-portuguesa, entre las que caben destacar las rentas de Mourão y los derechos sobre las poblaciones de Zamora, Barruecopardo, Ciudad Rodrigo, Saucelle y Peralejos.

Un tema que también puede resultar complejo de entender hoy día es cómo es posible que la documentación que Teresa Gil continara siendo protegida por la monarquía castellano-leonesa incluso después del fallecimiento de Sancho IV. Y, además, protegida por la mismísima reina viuda María de Molina y por el heredero Fernando IV. De nuevo tenemos que dejar atrás nuestras anacrónicas miradas y entender aquel concubinato de la noble Teresa y el infante Sancho como una relación socialmente aceptada que, además, había terminado antes del matrimonio oficial. De ahí la continuidad de la protección real, que se tradujo en la donación de bienes en Benavente, Ciudad Rodrigo, Peleagonzalo, Tordesillas, Valladolid y Zamora. A lo anterior, nos gustaría considerar la posibilidad de que Teresa, bien relacionada con personas de las cortes de Portugal y la de Alfonso X, pudiera haber prestado otro tipo de servicios a la corona, tales como el de consejera, diplomática o incluso espía. Espía, sí, por qué no, de hecho, la noble portuguesa Vataça Láscaris, nacida en 1270 y sobrina política de Teresa Gil, prestó servicios de este tipo en tiempos de Fernando IV, cuando aún vivía la reina madre María de Molina.


La reina María de Molina, señora de Toro, presenta a su hijo Fernando IV en las Cortes de Valladolid de 1295. Óleo sobre lienzo de Antonio Gisbert Pérez. 1863. Congreso de los Diputados.

No sabemos mucho más de la vida de Teresa Gil, se dice que tras el matrimonio de Sancho y María fue obligada a ingresar en el monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid, del que también dicen que llegó a ser abadesa, cosa que seguramente es una mera leyenda. Lo cierto es que Teresa nunca llegó a profesar como monja, de hecho, no fue enterrada con hábito, sino con un magnífico ajuar de dama noble que se puede admirar en el museo del monasterio de Toro en el que está enterrada. Lo que sí pensamos es que Teresa Gil y la reina María de Molina, lejos de ser rivales, fueron aliadas y, quizás, también buenas amigas, de otra forma no se explica que la monarca se encargara de hacer cumplir las últimas voluntades de Teresa tras su fallecimiento en 1312 y que su emblema personal aparezca junto al verado de ésta en el arrocabe la techumbre de la iglesia de Sancti Spiritus de Toro.


Escudo de María de Molina, heredado de su padre, Alfonso de Molina, hermano del rey Fernando III y, por lo tanto, hijo de Berenguela la Grande de León y de Castilla. 


Escudos de la reina María de Molina y escudo verado de Teresa Gil de Riba de Vizela en el arrocabe de la techumbre de la iglesia de Sancti Spiritus de Toro. 

El caso es que Teresa hizo testamento en 1307, también conservado en el monasterio de Sancti Spiritus de Toro, mediante el cual expresaba su deseo de que se construyera con su dinero un monasterio bajo la advocación de san Salvador. En el año 1316, durante el reinado de Alfonso XI, la reina abuela María de Molina mandaría poner la primera piedra de ese monasterio, que estaría localizado en su señorío de Toro y que terminaría estando habitado por monjas dominicas y bajo la advocación que tiene actualmente, la de Sancti Spiritus.


Teresa Gil de Riba de Vizela representada en el siglo XVI de manera legendaria como abadesa del monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid, donde parece ser que estuvo alojada como dama noble tras el final de su relación de concubinato con el infante Sancho. 

Mientras duró la construcción del monasterio toresano el cadáver de Teresa, cumpliendo otra voluntad expresada en su testamento, estuvo en un monasterio de frailes dominicos de Zamora. La dama fundadora, la castellana de origen portugués, fue trasladada a Toro en el año 1345, estando ya fallecida la reina María de Molina. Descansa en un sarcófago decorado con escudos verados para los que tradicionalmente se ha dicho que se corresponden con su escudo familiar. Sin embargo, a nosotros nos nos convence tal aserto, ya que para poder afirmar que ése es el emblema heráldico de los Riba de Vizela, entendemos que sería necesario localizar al menos a otro miembro de su linaje identificado con el mismo escudo, pero ¿a qué otro personaje de la familia se le ha representado con emblemas verados? Nosotros no hemos sido capaces de localizarlo, pero sí hemos encontrado la descripción del sello de una hermana de Teresa, Constanza Gil de Riba de Vizela, y en el mismo no hay rastro de emblema verado. Dicho sello, estudiado por el heraldista Faustino Menéndez Pidal de Navascués, contiene cinco flores de lis centrales con una bordura cargada de cruces. Para Navascués las lises se corresponden con el emblema familiar del esposo de Constanza, miembro del linaje portugués de los Soverosa, mientras las cruces de la bordura, admitiendo que lo hace por exclusión, las asigna a las armas familiares de los Riba de Vizela.

Así las cosas, nosotros creemos que no existen pruebas que demuestren que los emblemas verados que cubren el sarcófago de Teresa Gil sean el emblema familiar de los Riba de Vizela. Antes bien, creemos que cuando los emblemas verados del sepulcro de Teresa se identifican de forma automática con un escudo familiar, se están mirando emblemas heráldicos medievales con ojos de la Edad Moderna. En los primeros tiempos de la heráldica era habitual que los emblemas fueran significantes que trataban de transmitir un significado y, para nosotros, los emblemas verados de la sepultura de Teresa Gil tienen la intención de representarla como protegida del monarca, como cubierta por su manto.

El sarcófago se encuentra bajo una techumbre en cuyo arrocabe aparecen, junto a los citados emblemas verados, el escudo cuartelado del monarca de Castilla y de León, el escudo de María de Molina —un león púrpura en campo de plata con bordura de gules cargadas de castillos— y un emblema con una cruz de plata en campo de azur para el que es difícil pronunciarse al respecto de qué intencionalidad representativa tiene, dado lo común que fue la utilización del icono de la cruz en todas sus formas en esos tiempos. Eso sí, si tenemos en cuenta que son precisamente cruces lo que luce la bordura del sello de su hermana Constanza, cabe la posibilidad de que este sí fuera el emblema familiar de los Riba de Vizela.





El sepulcro de Teresa Gil se abrió en el año 2001, encontrándose su momia y un completo ajuar compuesto por el brial, la camisa, el tocado, los guantes, dos sábanas mortuorias, las ligas, restos del cojín y restos de pieles de la prenda exterior, que era un pellote, una especie de pelliza de abrigo hecha con tiras de piel y, sobre ellos, unas telas delicadas de seda que se han perdido. Todo ello se puede admirar en el monasterio de Sancti Spiritus de Toro junto al sepulcro y las tabicas de la techumbre decoradas con el emblema verado de la protegida.






Miguel Ángel Martín Mas
Charo García de Arriba

FUENTES:

Calderón Medina, I. (2018) 2. El concubinato regio en la definición de la frontera galaico-portuguesa. (S. XII-XIII). En Los espacios del rey. Poder y territorio en las monarquías hispánicas (siglos XII-XIV). Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco. Págs. 275-304.

De las Moras Robledo, N. (2023). Concubinato y matrimonio regio: Teresa Gil y María de Molina. TFG. Universidad de Valladolid. Disponible en https://uvadoc.uva.es/handle/10324/64530.

Hernández, F. (2021). Los hombres del rey: La transición de Alfonso X el Sabio a Sancho IV (1276-1286). 2 vols.. Ediciones Universidad de Salamanca.

Menéndez Pidal de Navascués, F. (1990). "Un escudo de armas en el panteón real de san Isidoro de León". Nº. 220-221. Págs. 545-229.

https://lachovapiquirroja.blogspot.com/2023/05/veros-y-verados-heraldicos-bajo-el.html

jueves, 1 de mayo de 2025

El puente de San Albín en Béjar

Cuentan los historiadores del Arte que tanto en la iglesia de santo Tomás de Canterbury como en la Catedral Vieja de Salamanca se construyeron cúpulas de estilo angevino o del gótico Plantagenet. A mayores, afirman que la Torre del Gallo es de estilo aquitano, que no deja de ser otra forma de referirse a lo angevino-Plantagenet. No deben extrañarnos tales asertos, ya que la introductora del culto a santo Tomás de Canterbury en el reino de Castilla fue la consorte de Alfonso VIII, la reina Leonor Plantagenet, que fue enviada a estas tierras por su madre, que era, precisamente, la duquesa Leonor de Aquitania. Por otro lado, su hija Berenguela, continuadora del legado recibido por parte materna, fue reina de León y tenente de Salamanca en la época en la que la construcción de ambos templos estaba en su máximo apogeo, entre finales del siglo XII y principios del XIII.


Los reyes de León Alfonso IX y su consorte Berenguela hacia 1200, estando ella embarazada de su hijo Fernando, que llegaría a ser rey de Castilla en 1217 y de León en 1230. Ilustración realizada por José Luis García Morán para la exposición permanente "ALBA MEDIEVAL - Una historia de leones y castillos", que se puede visitar en la localidad de Alba de Tormes.

Además, un día subes a la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca y te encuentras con que, entre los emblemas de los reinos leonés y castellano que la decoran junto a otros muchos, hay pintadas cinco chovas piquirrojas, ave relacionada de manera milagrosa y legendaria con santo Tomás de Canterbury, que, precisamente, fue el santo protector de la dinastía Plantagenet.


¿Podría ser que no le estuviéramos dando a estas dos mujeres el protagonismo que merecen en la historia de los reinos de Castilla y de León y, concretamente, en el territorio salmantino? Porque el caso es que en la ciudad de Béjar hay un puente medieval denominado "de San Albín", ya que junto a él había una ermita dedicada al susodicho canonizado obispo de Angers, siendo ésta la ciudad de los angevinos, la capital del ducado de Anjou, cuyo propietario era Enrique II Plantagenet, a la par rey de Inglaterra y duque de Normandía y, lo que es más importante, padre de Leonor Plantagenet y, por lo tanto, abuelo materno de Berenguela de León y de Castilla.


Saint Auban en francés o Saint Albin en inglés, santo angevino muy popular en la Edad Media que da nombre a un puente en la ciudad salmantina de Béjar.  En esta miniatura lo vemos exorcizando a una mujer.



Puente de San Albín en Béjar.


Muralla medieval de Béjar, comunidad de villa y tierra del reino de Castilla desde 1209, al igual que lo era Plasencia, en tiempos del rey Alfonso VIII y su consorte Leonor Plantagenet.

No nos parece descabellado pensar, por lo tanto, que, si a caballo entre los siglos XII y XIII se estaban construyendo con estilo angevino en la leonesa ciudad de Salamanca, donde reinaba la angevina Berenguela, al mismo tiempo se estuviera erigiendo un templo dedicado al patrón de Angers en la por entonces castellana ciudad de Béjar, donde reinaba su madre, la también angevina Leonor Plantagenet. 


Saint Auban en el III concilio de Orleans, durante el cual abogó con firmeza por el restablecimiento de las condiciones canónicas relativas al matrimonio que prohibían a los contrayentes tener vínculos cercanos de parentesco, condiciones que se había relajado en favor de los intereses de la realeza. ¿Tuvo el temor de Berenguela a ver su matrimonio incestuoso con Alfonso IX de León algo que ver con la difusión del culto a san Albín en estas tierras? Si fue así, el santo no le ayudó gran cosa, ya que en 1204 la reina consorte leonesa tuvo que separarse de su esposo siguiendo los dictados del papa Inocencio III.

Por otro lado, hay un barrio con el nombre del santo de Angers en Mérida, que también se emplea para una calle de Ciudad Rodrigo y para otra en la localidad cacereña de Torrejoncillo, donde todavía existe una gran devoción por él y se celebra su fiesta el 1 de marzo. Todo parece indicar que en estas tres localidades también existieron templos bajo la advocación de san Albin, que quizá fueron levantados gracias al patrocinio real o por unas gentes procedentes del noroeste de Francia y repobladores de estas tierras.


El pueblo de Torrejoncillo (Cáceres) celebrando el 1 de marzo la fiesta de San Albín.


Torre de la abadía de Saint Auban en Angers. 


Portada occidental de la iglesia de Saint Auban en la ciudad francesa de Vaux-sur-Aure. 


Ermita bajo la advocación de san Albín en la localidad zamorana de Fermoselle. Dicen que su primera construcción fue del siglo X, cosa que ponemos en duda, ya que parece poco probable que se construyera un templo dedicado al santo patrón de Angers en el reino de León antes de que llegara a él la reina consorte Berenguela, angevina por parte de su abuelo materno.

Miguel Ángel Martín Mas

Berenguela de León, reina de Jerusalén y emperatriz de Constantinopla

Hoy queremos hablaros de una infanta leonesa, de nombre Berenguela, hija de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, que llegó a ser rei...