domingo, 8 de septiembre de 2024

El sello concejil de Alba de Tormes

El rey Alfonso X, alumno aventajado de su abuela Berenguela la Grande, fue siempre muy dado a legislar e intentar mejorar la vida de las gentes que habitaban sus dominios de León, Galicia, Castilla, Toledo, Sevilla, Córdoba, Jaén y Murcia, es decir, a gobernar más que a figurar, demostrando así que de casta le viene al galgo. Siendo todavía infante, hacia 1240, el joven Alfonso recibió el cargo de tenente de Salamanca y de Alba de Tormes entre otras localidades, y a mayores el de representante del poder de su padre, Fernando III, en el reino de León. 


Alfonso X, rey de 1252 a 1284, en una miniatura del Libro de los juegos. obra escrita promovida por él entre muchas otras. 

Ejemplo de su afán legislador fue la ratificación en el año 1279 del fuero que su tatarabuelo Alfonso VII, el emperador de León, había otorgado en 1140 a Alba de Tormes a modo de ordenamiento jurídico local. De esta manera, el concejo de la villa, la asamblea formada por los vecinos que participaba en el gobierno de la misma y de las tierras y poblaciones más pequeñas que dependían de ella, podría facilitar la convivencia y repartir justicia entre sus vecinos sin necesidad de tener un señor feudal por encima de ellos. Aparte del fuero, dicho rey concedió a la villa algunos privilegios y algunas medidas legislativas complementarias, entre las que viene al caso destacar esa de dirigirse a los concejos de Ávila, Béjar, Arévalo, Medina y demás de la Extremadura comunicándoles su prohibición de ir con armas a la feria de Alba de Tormes para prevenir atentados, robos y reyertas. Esta medida nos da idea de la importancia que debía de tener dicha feria y se recoge en un documento del 31 de mayo de 1261 redactado en Sevilla por un notario del rey en lengua castellana. Por sorprendente que parezca, pasados ochocientos años, dicho documento se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Alba de Tormes, y no sólo eso, del pergamino pende todavía un sello concejil de cera, que es la representación más antigua de la villa, cuya finalidad en este caso era validativa, es decir, la de dar veracidad al contenido y a las firmas que lo acompañan, siendo su presencia en el diploma una garantía añadida al resto de formalidades. 


En el anverso de dicho sello pendiente se muestra el elemento arquitectónico que el concejo consideró más representativo de la villa, el puente sobre el río Tormes, que vemos adornado por una bandera. El deterioro de la pieza no nos permite leer la leyenda, pero viendo otros sellos concejiles de la misma época que se conservan, adivinamos que pondría SIGILLUM CONCILII D'ALBA DE TORMES.


Este emblema, que como vemos ya representaba a Alba por lo menos desde el siglo XIII, todavía la representa, ya que aparece en el escudo municipal, donde también vemos tres estrellas de ocho puntas que no sabemos si ya estaban en el sello concejil, puesto que el deterioro del mismo no nos permite verlas, o fueron añadidas después.


El emblema del puente también luce en un púlpito conservado en la iglesia de San Juan, que presupongo que será de elaboración posterior a la fecha del sello concejil que pende del documento de 1261 y, desde luego, anterior a la llegada de los Álvarez de Toledo a Alba de Tormes en el siglo XV, ya que con el régimen señorial se acabó lo concejil y todo eso de que el pueblo sabía gobernarse por sí mismo con la única autoridad superior del monarca, ejercida a través del tenente de la localidad, que él mismo designaba. A partir de entonces y por muchos siglos el emblema que representaría a Alba de Tormes sería el jaquelado azur y plata de sus duques.


El reverso del sello concejil muestra un león rampante en solitario, el emblema propio del reino al que pertencía la villa de Alba, y eso a pesar de que desde el año 1230 los reinos de León y de Castilla tenían el mismo monarca y en 1261 estaba en pleno uso el escudo cuartelado de castillos y leones. La leyenda en latín en el reverso seguramente era SIGILLUM REGIS LEGIONIS. 



Y ahí sigue esa joya sigilográfica en cera, pendiente de un documento con un torzal de hilos para recordarnos el renombre y prestigio que tuvo y ha de tener la villa de Alba de Tormes, que conserva otras muchas joyas del Medievo de las que hablaremos más adelante. 

Miguel Ángel Martín Mas

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