sábado, 2 de noviembre de 2024

Los sepulcros de la iglesia de Sancti Spiritus

Alfonso IX de León, con su reino constreñido entre los de Portugal y Castilla, territorios ambos desgajados del solar leonés en el siglo XII, solamente fue capaz de agrandar sus dominios tomando Salamanca como base de operaciones para conquistar la ciudad de Cáceres en 1229 y las de Mérida y Badajoz en 1230, el mismo año de su muerte. Siendo la guerra una de las principales faenas de un rey medieval, no era menos importante la de la política de alianzas, así que en 1191 el monarca leonés se casó con su prima Teresa de Portugal, con la que tuvo un hijo y dos hijas, y, tras la anulación papal del vínculo en 1196, contrajo un año después matrimonio con su prima segunda Berenguela de Castilla, que le dio cinco vástagos entre ellos el siguiente rey de León, Fernando III y de la que se vio forzado a separarse en 1204, de nuevo a causa del molesto asunto de la consanguinidad.

Viendo truncadas las alianzas con los reinos luso y castellano, Alfonso IX recurrrió al concubinato —una especie de matrimonio civil ante el que el papa solía hacerse el tonto— para establecer vínculos con familias nobles de los territorios fronterizos, que a cambio de sumar sangre real a su linaje estarían dispuestas a apoyarle en caso de conflicto con los reinos vecinos. Inés Íñiguez de Mendoza, Estefanía Pérez de Faiam, Aldonza Martínez de Silva y Teresa Gil de Soverosa fueron las cuatro nobles damas que fueron reinas extraoficiales de León, a las que hay que añadir a una salmantina a la que conocemos simplemente como Maura. Entre unas y otras, siete hijos y once hijas, todos orgullosos cachorros de León.


Medallón en la plaza Mayor de Salamanca dedicado a Alfonso IX de León, monarca al que las guerras y los líos de faldas todavía le dejaron tiempo para fundar el Estudio General de Salamanca en 1218. Sus ex suegros, los reyes de Castilla, hicieron lo propio en Palencia seis años antes. Alfonso X de Castilla y de León, nieto del primero y bisnieto de los segundos, daría el título de Universidad al Estudio de Salamanca en 1252.

En todo caso, podemos decir que la mujer de su vida, o por lo menos con la que más tiempo estuvo, fue Teresa Gil de Soverosa, una noble portuguesa con la que convivió doce años desde 1218 hasta su muerte. De esta unión nacieron tres hijas, Sancha, María y Urraca, y un hijo, Martín Alfonso de León, cuyo sepulcro y el de su esposa, María Méndez de Sousa, se conservan en el presbiterio de la iglesia de Sancti Spiritus de Salamanca, templo que es el único resto que permanece en pie del monasterio del mismo nombre, fundado por la pareja en 1268 y cedido a la Orden de Santiago al año siguiente.




Sepulcro de Martín Alfonso, hijo de Alfonso IX de León, y algunos detalles del mismo.

No conocemos dónde se encontraba el niño de diez años Martín Alfonso cuando se desató la crisis que se vivió a la muerte de su padre, ni siquiera sabemos si se le consideró como candidato al trono de León, pero se cree que Teresa Gil de Soverosa y sus hijos optaron por refugiarse en tierra gallega, donde la madre ostentaba un gran poder, para prudencialmente mantenerse lejos de la corte de Fernando III, monarca de Castilla desde 1217 y de León desde 1230, y sobre todo de su progenitora Berenguela. Pero la reina madre de Castilla y de León era una mujer que tenía solución pacífica para todo, así que fomentó las buenas relaciones entre ambas familias del difunto rey leonés por medio de su nieto, el infante Alfonso, futuro monarca X de su nombre, que a la sazón era sobrino de los hijos de Teresa.






Sepulcro de María Méndez de Sousa luciendo el emblema de consorte de un hijo del rey de León y los luneles propios de su apellido Sousa.

Hasta tal punto fue estrecha la relación que el infante Alfonso tuvo una hija con su tía María Alfonso de León en 1241, a la que además pusieron por nombre Berenguela, no sabemos si para aplacar la ira de la abuela monarca o más bien en reconocimiento a las buenas artes políticas de la misma, con las que había logrado convertir en aliada a una familia que podía haber sido feroz enemiga. Además, en 1251, el rey Fernando III otorgó a su medio hermano Martín Alfonso la tenencia de la ciudad de Salamanca, aunque en esta concesión pudo tener un papel intermediador el infante Alfonso, que había tenido con anterioridad la ciudad y que en ese momento era quien gobernaba el reino leonés en representación de su padre.


Detalle del sepulcro de Sancha Alfonso, hermana de Martín, fallecida en 1270 y también enterrada en un monasterio femenino de la Orden de Santiago, el de Santa Eufemia de Cozuelos (Palencia). El emblema del león acompañado de flores lis reivindica su pertenencia a la familia real leonesa.

Martín Alfonso Gil de Soverosa mantuvo la tenencia de la ciudad del Tormes hasta el año 1267, convirtiéndose en uno de los principales personajes de la corte castellana y leonesa desde que su sobrino Alfonso fuera proclamado rey en el año 1252.



En la iglesia de Sancti Spiritus en Salamanca podemos ver estos escudo que no son contemporáneos de los sepulcros, pero que seguramente son copia de unos más antiguos, ya que contienen el león y la flor de lis, muestra de la pretensión de los Gil de Soverosa de pertenecer a la familia real leonesa, aunque la matriarca hubiera sido concubina de Alfonso IX y no su esposa, con lo que su descendencia no tendria derechos sobre el trono.

Martín debió de fallecer después del 3 de noviembre de 1269 y antes del 17 de abril de 1272, fecha en la cual María Méndez de Sousa, declarándose viuda, donó varias heredades al monasterio de Sancti Spiritus de Salamanca, según se menciona en la documentación de dicho cenobio, nacido a comienzos del siglo XIII como encomienda para acoger a las esposas de los caballeros salmantinos que partían a la guerra, motivo por el cual las monjas adoptaron el nombre de Comendadoras. Más tarde, la adscripción de este convento a la Orden de Santiago por donación de Martín Alfonso y María Méndez hizo que fuera conocido como de las Comendadoras de Santiago.



Escudos en el interior de la iglesia de Sancti Spiritus de Salamanca que representan a Martín Alfonso de León como caballero de la Orden de Santiago y a María Méndez de Sousa como perteneciente al linaje de los reyes de Portugal. 


Armas y efigies de los fundadores del monasterio de Sancti Spiritus de Salamanca.

sábado, 19 de octubre de 2024

Un catalán mandante en Salamanca

El Cantar de la conquista de Almería es un poema épico escrito en latín medieval que sirve de colofón a la Chronica Adefonsi imperatoris, un relato de los hechos acaecidos durante el reinado de Alfonso VII de León, que se desarrolló entre los años 1126 y 1157. En él se narra la victoriosa campaña militar del año 1147, que culminó con la conquista del estratégico puerto de esa ciudad. El poema ha llegado hasta nosotros inacabado, concluído de forma abrupta antes de la narración del sitio de Almería. De las trescientas ochenta y cinco líneas y media que se conocen del mismo, doscientas noventa y tres consisten en la clásica enumeración de los guerreros o dénombrement épique propia de la poesía épica. Entre esos guerreros despunta el "conde Ponce", del que se dice lo siguiente: 

Esta mesnada la dirige el conde Ponce, noble lanza. Él era la fuerza de Sansón, la espada de Gedeón; era igual a Jonatás, ilustre como Josué; era jefe de su pueblo como el valientísimo Héctor. Generoso y veraz como el invencible Ayax, no cede ante nadie, nunca retrocede en el combate, no vuelve la espalda, él nunca huye hacia la retaguardia, olvidado de la mujer y del amor cuando lucha: desprecia los besos mientras se desarrolla el combate, desprecia la mesa, goza más mientras hiere con la espada. Cuando blande la lanza, el malvado pueblo se abate exhausto. Nunca soporta de mala gana el ardor de la batalla. Su diestra hiere con fuerza, su voz resuena, el enemigo es derribado. Cuando da consejos, posee la sabiduría de Salomón. Cambia las espadas por las horcas y, mientras cuenta los meses, él mismo prepara las comidas, reparte sus propios vinos a los caballeros cansados, mientras se quita el rudo casco. Es el azote de los moros, testigo fue Almería más tarde. Este gran señor Ponce prefiere más ser desterrado que en tiempo de guerra dejar de blandir la espada. Por tal servicio agrada siempre al emperador: se enriquece con el favor del rey por las guerras victoriosas y domina todos los reinos con supremo valor.


Alfonso VII, el emperador de León, según una miniatura del manuscrito ilustrado Compendio de crónicas de reyes.

Un hombre valiente, sin duda, con el que nos hemos vuelto a encontrar en un documento del Archivo Catedralicio de Salamanca fechado el 4 de agosto de 1144. Por medio de dicho diploma el emperador Alfonso VII, junto a su mujer Berenguela y sus hijos Sancho, Fernando y García, concede el diezmo de todas las rentas reales de Alba de Tormes al obispo de Salamanca, don Berengario, siendo uno de los rubricantes del mismo un tal Poncius de Cabreira comes, que es, sin duda, el "conde Ponce" del Poema de Almería, del que además sabemos que comandó la hueste salmantina en esa campaña. En documentos del mismo archivo fechados en 1148, 1149, 1152, y 1154 el comes Poncius aparece como maiordomus imperatoris, un cargo que suponía ser el jefe de la casa del rey y que solamente podía ser desempeñado por miembros de la alta nobleza.

En otros documentos fechados en 1156, 1161 y 1163, el vizconde Ponce Giraldo de Cabrera o Ponç Guerau de Cabrera en catalán, que era el nombre completo del comes Poncius, aparece como "mandante en Salamanca", es decir, como tenente de la ciudad, lo que en el siglo XII significaba que era el gobernante y administrador de la misma, aunque siempre bajo la potestad del monarca. No obstante, el medievalista Julio González pensaba que Ponce Giraldo de Cabrera había recibido la tenencia de la capital del Tormes por lo menos desde 1137, lo que convertiría a este rico hombre catalán en el mandamás por estos lares durante casi treinta años del siglo XII. 

De Ponce Giraldo de Cabrera (1105–1162), vizconde de Àger (Lérida) y de Gerona, sabemos, entre otras muchas cosas, que fue un noble catalán que llegó al reino de León como miembro del séquito que acompañó a Berenguela de Barcelona, hija del conde Ramón Berenguer III, para su boda con el rey Alfonso VII de León en 1128 y que alcanzó grandes cotas de poder, convirtiéndose en mayordomo mayor del rey Alfonso VII y luego de su hijo Fernando II, siendo el refundador del monasterio de Santa María de Moreruela en Zamora. Y Ponce Giraldo no fue el único catalán que anduvo en aquel tiempo por el reino de León, ya que su cuñado Armengol VI de Urgell, casado con su hermana Arsenda, también fue mayordomo mayor de Alfonso VII y combatiente en la campaña de Almería.

Lo sorprendente es que no solamente conocemos muchos datos de un noble del siglo XII como Ponce Giraldo de Cabrera, sino que además contamos con una imagen del mismo.



Ponce Giraldo es ese personaje situado detrás del rey Alfonso VII blandiendo una espada y luciendo en escudo protoheráldico con una cabra, el emblema parlante de su linaje, que en esas fechas tan tempranas sería todavía simplemente la señal distintiva de su persona en combate. Esta bellísima imagen ilustra un diploma legal fechado en 1150, el conocido como Privilegium Imperatoris, que, como otros documentos y joyas artísticas procedentes de esta tierra, terminaron en poder de la Hispanic Society de Nueva York.


Por medio de este documento el rey Alfonso VII concedió una donación a don Guillermo, abad del monasterio de San Martín de Valdeiglesias.

Ponce Giraldo, que fue conocido como "el príncipe de Zamora", puesto que también fue tenente de esta ciudad, fue enterrado en la catedral zamorana, donde se conserva una estatua y un epitafio suyos, ambos del siglo XV.



Por otro lado, en el monasterio de Santa María de Moreruela (Zamora) todavía se puede ver la señal de los Ponce de Cabera en un nicho, lo que no es extraño, ya que el rey Alfonso VII le entregó dicho cenobio a Ponce Giraldo para que lo reconstruyera, siendo luego usado para enterrar a alguno de sus descendientes o quizá a él mismo antes de que sus restos mortales fueran trasladados a la catedral zamorana.



Volviendo a Salamanca, Ponce Giraldo, que también era mandante en Toro, cedió la iglesia de San Cristóbal, que era de su propiedad, a los repobladores provenientes de esa ciudad zamorana. Y, además, haciendo honor a la magnífica relación que mantenía con los Hospitalarios de San Juan, cedió los terrenos para la construcción de la de de San Juan de Bárbalos a dicha Orden.


Iglesia de San Juan de Bárbalos en Salamanca.


Iglesia de San Cristóbal en Salamanca.

Como ya hemos dicho, esto no es todo lo que sabemos de este noble catalán que fue mandante en Salamanca, hay mucho más, pero para eso hay que leerse el magnífico estudio de Fernández-Xesta y Vázquez, Ernesto (1991). 

Un magnate catalán en la corte de Alfonso VII: Comes Poncius de Cabreira, Princeps Çemore. Madrid: Prensa y Ediciones Iberoamericanas.

domingo, 8 de septiembre de 2024

El sello concejil de Alba de Tormes

El rey Alfonso X, alumno aventajado de su abuela Berenguela la Grande, fue siempre muy dado a legislar e intentar mejorar la vida de las gentes que habitaban sus dominios de León, Galicia, Castilla, Toledo, Sevilla, Córdoba, Jaén y Murcia, es decir, a gobernar más que a figurar, demostrando así que de casta le viene al galgo. Siendo todavía infante, hacia 1240, el joven Alfonso recibió el cargo de tenente de Salamanca y de Alba de Tormes entre otras localidades, y a mayores el de representante del poder de su padre, Fernando III, en el reino de León. 


Alfonso X, rey de 1252 a 1284, en una miniatura del Libro de los juegos. obra escrita promovida por él entre muchas otras. 

Ejemplo de su afán legislador fue la ratificación en el año 1279 del fuero que su tatarabuelo Alfonso VII, el emperador de León, había otorgado en 1140 a Alba de Tormes a modo de ordenamiento jurídico local. De esta manera, el concejo de la villa, la asamblea formada por los vecinos que participaba en el gobierno de la misma y de las tierras y poblaciones más pequeñas que dependían de ella, podría facilitar la convivencia y repartir justicia entre sus vecinos sin necesidad de tener un señor feudal por encima de ellos. Aparte del fuero, dicho rey concedió a la villa algunos privilegios y algunas medidas legislativas complementarias, entre las que viene al caso destacar esa de dirigirse a los concejos de Ávila, Béjar, Arévalo, Medina y demás de la Extremadura comunicándoles su prohibición de ir con armas a la feria de Alba de Tormes para prevenir atentados, robos y reyertas. Esta medida nos da idea de la importancia que debía de tener dicha feria y se recoge en un documento del 31 de mayo de 1261 redactado en Sevilla por un notario del rey en lengua castellana. Por sorprendente que parezca, pasados ochocientos años, dicho documento se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Alba de Tormes, y no sólo eso, del pergamino pende todavía un sello concejil de cera, que es la representación más antigua de la villa, cuya finalidad en este caso era validativa, es decir, la de dar veracidad al contenido y a las firmas que lo acompañan, siendo su presencia en el diploma una garantía añadida al resto de formalidades. 


En el anverso de dicho sello pendiente se muestra el elemento arquitectónico que el concejo consideró más representativo de la villa, el puente sobre el río Tormes, que vemos adornado por una bandera. El deterioro de la pieza no nos permite leer la leyenda, pero viendo otros sellos concejiles de la misma época que se conservan, adivinamos que pondría SIGILLUM CONCILII D'ALBA DE TORMES.


Este emblema, que como vemos ya representaba a Alba por lo menos desde el siglo XIII, todavía la representa, ya que aparece en el escudo municipal, donde también vemos tres estrellas de ocho puntas que no sabemos si ya estaban en el sello concejil, puesto que el deterioro del mismo no nos permite verlas, o fueron añadidas después.


El emblema del puente también luce en un púlpito conservado en la iglesia de San Juan, que presupongo que será de elaboración posterior a la fecha del sello concejil que pende del documento de 1261 y, desde luego, anterior a la llegada de los Álvarez de Toledo a Alba de Tormes en el siglo XV, ya que con el régimen señorial se acabó lo concejil y todo eso de que el pueblo sabía gobernarse por sí mismo con la única autoridad superior del monarca, ejercida a través del tenente de la localidad, que él mismo designaba. A partir de entonces y por muchos siglos el emblema que representaría a Alba de Tormes sería el jaquelado azur y plata de sus duques.


El reverso del sello concejil muestra un león rampante en solitario, el emblema propio del reino al que pertencía la villa de Alba, y eso a pesar de que desde el año 1230 los reinos de León y de Castilla tenían el mismo monarca y en 1261 estaba en pleno uso el escudo cuartelado de castillos y leones. La leyenda en latín en el reverso seguramente era SIGILLUM REGIS LEGIONIS. 



Y ahí sigue esa joya sigilográfica en cera, pendiente de un documento con un torzal de hilos para recordarnos el renombre y prestigio que tuvo y ha de tener la villa de Alba de Tormes, que conserva otras muchas joyas del Medievo de las que hablaremos más adelante.

domingo, 25 de agosto de 2024

¿San Francisco de Asís en Ciudad Rodrigo?

Es creencia extendida que Francisco de Asís, canonizado en 1228, dos años después de su muerte, pasó varias semanas del 1214 en Ciudad Rodrigo, haciendo un alto en dicha localidad del reino de León antes de reemprender su peregrinación a Santiago de Compostela. Sin documentación alguna que confirme tal hecho, el origen de esta historia, probablemente legendaria, puede estar en la reiterada representación de un fraile con todo el aspecto de franciscano en la catedral mirobrigense, que precisamente estaba en plena construcción en el año en el que supuestamente el italiano pasó por allí, según la tradición causando tan honda impresión entre las gentes de la ciudad y haciendo tan grandes milagros, que no pudieron por menos los mirobrigenses que homenajearle con su figura esculpida en lugares destacados del nuevo templo. Además, para reafirmar el carácter franciscano de Ciudad Rodrigo se alega que en la localidad se fundaron un convento de franciscanos, otro de clarisas y uno de la Venerable Orden Tercera, aunque este hecho no significa gran cosa, ya que se daba también en otras ciudades de los reinos de León y de Castilla.


Representación de san Francisco de Asís en un fresco de la basílica de Asís. Se cree que es la imagen más fiel del santo italiano.


Escultura de san Francisco de Asís en la bóveda más cercana al crucero de la catedral de Ciudad Rodrigo.


Posible representación de san Francisco de Asís en una de las cabezas esculpidas sobre la puerta de Amayuelas de la catedral de Ciudad Rodrigo. 

No podemos negar rotundamente que Francisco de Asís pasara por Ciudad Rodrigo en 1214, sí se da por hecho que estuvo en Tierra Santa en 1219, pero resulta raro que hiciera el Camino de Santiago viniendo desde el sur de la península ibérica, atravesando tierras bajo control de los musulmanes. Lo suyo es que hubiera cruzado los Pirineos o desembarcado en Barcelona para luego tomar el camino del norte, pasando por Burgos para visitar a los reyes de Castilla, Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, aunque éstos fallecieron ese mismo año de 1214, y por León para hacer lo propio con Alfonso IX, situaciones ambas de las que no tenemos noticia. Por otro lado, no parece razonable que se colocara una o varias esculturas del santo italiano en una catedral antes de su canonización en 1228, no importa lo venerado que fuera en vida o los supuestos milagros que realizara en los lugares por los que pasaba.


San Francisco de Asís predicando a las aves en uno de los capiteles del pórtico del Perdón de la catedral de Ciudad Rodrigo.


La visisón seráfica de san Francisco en uno de los capiteles del pórtico del Perdón de la catedral de Ciudad Rodrigo.

Lo que sí sabemos con certeza es que el fraile franciscano Juan Parente visitó las cortes de Burgos y de León en el año 1217, siendo rey de Castilla Fernando III, y que uno de los primeros miembros de las monarquías castellana y leonesa que impulsó la implantación de las órdenes mendicantes, franciscana y dominica, fue su madre, Berenguela la Grande, reina consorte de León entre 1197 y 1204, reina correinante de Castilla desde 1217 y reina correinante de León desde 1230 hasta el año de su muerte, acaecida en 1246. Esto nos lo cuenta la profesora María del Mar Graña Cid en un interesantísimo artículo titulado "Berenguela I y Fernando III, promotores de las órdenes mendicantes en Castilla", en el que además afirma "Que esta reina intervino en el inicial establecimiento franciscano en Castilla es indiscutible y está documentado. El problema es datar sus acciones".

Por lo tanto, si aplicamos el principio atribuido precisamente al fraile franciscano Guillermo de Ockham, que propugna que en igualdad de condiciones la explicación más sencilla suele ser la más probable, el hecho de que san Francisco de Asís esté profusamente representado en la catedral de Ciudad Rodrigo, cuya construcción estaba en pleno auge en el primer tercio del siglo XIII, seguramente tiene más que ver con el apoyo dado por la reina Berenguela y su hijo el rey Fernando III al franciscanismo que con una hipotética estancia del santo italiano en la ciudad. De hecho, cabe recordar que dicho monarca castellano pidió que se le enterrase con el hábito de la Venerable Orden Tercera, al igual que lo hizo su primo carnal Luis IX de Francia, hijo de Blanca de Castilla. Todo parece indicar que el amparo le vino a los Franciscanos más por la parte de la corte de Castilla que por la de León, teniendo en cuenta que a partir del año 1230 ambos reinos tuvieron un único monarca, precisamente Fernando III, que reinó bajo la alargada sombra de su madre. Y si no fueron madre e hijo los promotores de que la figura de san Francisco de Asís fuera tan emblemática de la catedral y la diócesis de Ciudad Rodrigo, entonces lo sería su heredero, el rey Alfonso X de Castilla y de León, que en 1284 estableció que el monasterio de San Francisco fuera el custodio de los bienes del obispo mirobrigense mientras su cátedra permaneciera vacante. A mayores, a finales del siglo XIII la diócesis contó con un obispo franciscano, don Sancho, así que puede que fuera él mismo el que diseñara el programa iconográfico franciscano para la catedral, lo que nos llevaría a pensar que las esculturas del santo de Asís y las que las acompañan se hicieron rondando más bien el año 1300, una fecha muy tardía para lo que se ha venido considerando tradicionalmente.  Esto último es lo que propone la catedrática de Historia del Arte de la USAL, Lucía Lahoz, en un artículo titulado "Sobre galerías, portadas e imágenes. La escultura monumental en la catedral de Ciudad Rodrigo".

Ahora cabe preguntarnos quiénes son el rey y la reina representados en la bóveda más cercana al crucero y en el friso de la puerta de las Cadenas de la catedral de Ciudad Rodrigo, en ambos casos acompañados de un fraile al que se identifica con san Francisco de Asís. Distintos expertos coinciden en afirmar que el rey y la reina de la bóveda son Fernando II de León, bisabuelo paterno de Alfonso X bajo cuyo reinado entre 1157 y 1188 Ciudad Rodrigo se convirtio en sede episcopal y se comenzó la construcción de templo catedralicio y su primera esposa, Urraca de Portugal, aunque no podemos tener certeza alguna al respecto.


Supuesta representación de Fernando II de León


Supuesta representación de Urraca de Portugal, primera esposa de Fernando II de León.


San Francisco de Asís en una de las bóvedas de la catedral de Ciudad Rodrigo. 

Por lo que se refiere a los monarcas que adornan la puerta de las Cadenas, se ha solido afirmar que el rey es Alfonso IX de León, hijo del matrimonio supuestamente representado en el interior, y que la reina podría ser su primera esposa, Teresa de Portugal, con la que estuvo casado entre 1191 y 1196, aunque, de ser el monarca Alfonso IX, parece mucho más probable que se trate de su segunda esposa, Berenguela de Castilla, dado que ella fue la gran impulsora del franciscanismo en los reinos de Castilla y de León, siendo el heredero de ambos, Fernando III, el que siguió la estela de su madre al respecto del amparo prestado a los Franciscanos y a las Clarisas, lo que, como ya hemos dicho anteriormente, tendría continuidad durante el reinado de su hijo Alfonso X.


Posible representación de Berenguela de León y de Castilla y su esposo Alfonso IX de León en el friso de la Puerta de las Cadenas de la catedral de Ciudad Rodrigo. 


Alfonso IX de León y su esposa Berenguela de Castilla en el Tumbo de Toxos Outos. 


Supuesta representación de san Francisco de Asís entre personajes del Antiguo Testamento.


Castillo y chova piquirroja, emblemas de los padres de la reina Berenguela, Alfonso VIII de Castilla y Leonor Plantagenet, en la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, otro ejemplo del apoyo de la reina de León y de Castilla al franciscanismo, en este caso concreto al femenino, en territorio salmantino.

domingo, 18 de agosto de 2024

El torreón de Santibáñez de Béjar

No parece que importe gran cosa a día de hoy, salvo a la buena de nuestra amiga Luisi, pero el torreón de Santibáñez de Béjar, conservado de momento milagrosamente, es una prueba de cómo a principios del siglo XIII el reino de León quedó totalmente encajonado entre Castilla y Portugal, los condados vasallos del rey leonés que se convirtieron definitivamente en reinos independientes en el siglo XII. Alfonso Fernández de León (IX le dicen) vio como sus dominios adquirían forma de embudo, con Asturias y Galicia en la parte ancha y estrechándose hasta su extremo sur por las tierras de León, Zamora y Salamanca, territorio éste último que se convertiría en la punta de lanza del reino leonés. El caso es que en aquel tiempo las poblaciones de Santibáñez de Béjar, Béjar y Plasencia pertenecían al monarca castellano, su primo Alfonso Sánchez (VIII le dicen), por lo que al rey leonés sólo le cabía expandir su reino por un estrecho corredor que se iniciaba en Ciudad Rodrigo, lo que hizo conquistando Cáceres en 1229 y Mérida y Badajoz en 1230, el mismo año de su muerte. Supongo que le dejaron hacer, ya que por entonces su exesposa, la reina Berenguela, hija de Alfonso VIII, estaba segura de que el hijo de ambos, Fernando III de Castilla desde 1217, terminaría heredando también el reino de León, tal y como sucedió finalmente, consiguiendo así los castellanos hacerse con el control de las taifas occidentales de Al-Ándalus, Sevilla incluída, que se rindió en 1248.

Es por esto de la pugna en las tierras fronterizas entre los dos reinos por lo que en la actual provincia de Salamanca contamos con una sierra de los castellanos, la de Béjar, y otra de los leoneses, la de Francia, y de ahí las diferencias. 



Así pues, los dos torreones que se levantaron en Santibáñez de Béjar, uno ya está perdido, fueron construcciones defensivas de frontera, y quizá ya estuvieran ahí antes de las guerras fronterizas entre León y Castilla, vigilando el límite entre el mundo de los crisitianos y el de los musulmanes. 

Pasado el tiempo y con los dos reinos bajo el mando de un único rey desde el año 1230, el torreón de Santibáñez fue protagonista en la guerra de sucesión castellana (1475-1479) que se libró entre Isabel I y su sobrina Juana, depectivamente apodada "la Beltraneja", ya que parte de la nobleza no creía que fuera hija del rey Enrique IV, sino de su amigo Beltrán de la Cueva y de la reina Juana. Durante dicho conflicto bélico había también un torreón en la vecina localidad de Guijo de Ávila, pero éste terminó demolido por haber sido guarnición de tropas partidarias de Juana. En cambio, los de Santibáñez se mantuvieron por haber sido empleados por las huestes de Isabel, proclamada reina de Castilla y de León en 1474 y vencedora en esta guerra. 



La torre terminó siendo propiedad del marqués de la localidad vallisoletana de Fuente el Sol, título nobiliario creado el 21 de julio de 1642 por el rey Felipe IV en favor de Juan Bautista de Bracamonte Dávila y Zapata.



A pesar de que el torreón está declarado como Bien de Interés Cultural por el Decreto de 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español, éste se encuentra en estado de abandono y ruina progresiva, con riesgo de nuevos derrumbes, así que algo habrá que hacer para evitarlos y para que el pueblo de Santibañez y sus visitantes puedan gozar del mismo, del espacio que le circunda y del conocimiento de la historia de la localidad, frente a la que se alza el impresionante, por tantas razones, cerro del Berrueco.

Los sepulcros de la iglesia de Sancti Spiritus

Alfonso IX de León, con su reino constreñido entre los de Portugal y Castilla, territorios ambos desgajados del solar leonés en el siglo XII...